jueves, 18 de marzo de 2021

De estructuras y militantes


 

«La estructura, dura», nos decía Quim González en la larga sobremesa de ayer en Pineda de Marx. El juego de espejos era inevitable: de un lado, el sindicalismo confederal con sus andamios duraderos, dando hospitalidad a miles de militantes, esa estructura, dura; de otro lado, la vaporosa realidad de ´inscritos´ en tal o cual organización política que, en el mejor de los casos, exhibe su activismo estético en esos patios de vecinos que llamamos redes sociales. Algunos de estos partidos han desaparecido del mapa; otros están en lista de espera de hacer mutis por el foro.

La aparición y el uso de la tecnología –las redes sociales en cuestión— han revolucionado la vida y la cultura políticas de izquierdas, derechas y sus islas adyacentes. Palmiro Togliatti, el legendario dirigente comunista italiano (es cosa de recordarlo ahora cuando Covadonga Ayuso está sobando la cosa del comunismo) planteaba que «en cada campanario tenía que haber organización, estructura». La lucha de ideas –en opinión de Togliatti--  estaba ligado a la organización del debate y las ideas. No tenía que ser una tertulia de amigables conversadores que discuten a la remanguillé sobre política. Quienes siguieron esas enseñanzas y, mientras lo hicieron con sabiduría, avanzaron políticamente, se consiguieron avances sociales y se fortaleció la democracia. Las redes sociales insinuaban que podían ser un buen complemento.

Pero, en un momento dado, se decidió que sólo con la potencia de las redes sociales bastaba para hacer política. Y, comoquiera que su comodidad era manifiesta, el artefacto, poderoso coadyuvante, se convirtió en el instrumento único y fundamental. El chirimbolo podía estar simultáneamente en todos los campanarios de Togliatti, pero no hacia organización y, por lo tanto, no creaba estructura.

Usar solo y solamente el chisme tecnológico fue algo que se decidió a cosica hecha. La reunión presencial ya se consideraba un engorro y, por encima de todo, una fuente de opiniones que corrían el peligro de cristalizarse y devenir en escisiones y cosas similares. La síntesis perdió pedigrí en favor de la vara de mando. O sea, del líder al que progresiva y gratuitamente se le iba creando un hálito de carisma. Su lema: «Roma locuta causa finita». Reapareció el culto al líder.

Dicen algunos pisaverdes de la modernidad que eso –justamente eso— es lo moderno. Pero eso es volver a los grupos políticos del siglo XIX, que también relata don Benito Pérez Galdós en sus Episodios Nacionales. El partido eran don Fulano, don Zutano, don Mengano, don Perengano o Perencejo. El local, los salones del Casino.

Pregunta: ¿tienen las izquierdas madrileñas –incluídas las testarudamente tuiteras--  estructura para hacer frente a la que se le viene encima? No lo olviden: «la estructura, dura».

 

Post scriptum.---  Me levanto, me tomo mi café mañanero y leo: «Antón Costas, presidente del Consejo Económico y Social». Y, agarro mis castañuelas con un repiqueteo  a lo Lucero Tena.

«Lo primero es antes», enseña don Venancio Sacristán.

(En la foto de hace años, la Muchacha del 78 y Salva López)

No hay comentarios: