Es
posible frenar la marcha de Cataluña hacia la decadencia; es factible remontar
el vuelo de esa parábola descendente. Ahora bien, una cosa tengo por cierta: la
salida de ese estado pantanoso no vendrá de la mano de la abigarrada guilda del
independentismo; tampoco será fácil. Por lo demás, empiezan a vislumbrarse pocos
y pequeños indicios de la posibilidad de salir del empantanamiento. Usen el
microscopio y lo verán.
1.---
Los elementos que justificarían la posibilidad de la remontada vienen dados, paradójicamente, por la complejidad –y no
poca confusión-- de los resultados de
las pasadas elecciones autonómicas: de un lado, la victoria de Salvador Illa, cabeza de la lista socialista; de otro
lado, la enorme maceta de la abstención de seiscientos mil independentistas,
cuya fe no ha movido determinadas montañas, dispone de otro mantillo. Un vector
está en alza, su contrario retrocede.
Los
de Junqueras han
elegido el camino de la formación de gobierno --los que se acuestan en el mismo
jergón son de la misma opinión— con Waterloo, y la CUP controlando las aguas menores de ambas. La
ley de la monotonía sugiere que se reeditará la abulia y la inepcia, el
desorden y el enfrentamiento entre los hunos y los hotros, más los permanentes
desplantes de la CUP. Pero, en esta legislatura hay una novedad, que ya hemos
dejado señalada: una oposición digna de ese nombre, la escasa simpatía del
sindicalismo confederal y el señalamiento y reproche de las 300 asociaciones
empresariales al gobierno catalán, al que el exigen el final del zascandileo.
Y
algo no menos nuevo se mueve. Una parte
de los escribidores del independentismo,
el cinco jotas Francesc—Marc
Álvaro, escribe hoy en La Vanguardia: «¿Qué día nuestros políticos nos hablarán
sin utilizar la maqueta del pasado mitificado? Pere Aragonès, a preguntas de
Lola García e Isabel Garcia Pagan, decía esto en estas páginas, ayer: “Me
siento heredero de lo que representó la Generalitat de Macià y de Companys” y
añadía: “Queremos recuperar la voluntad transformadora de aquellos presidentes
de ERC”. Cualquiera que haya leído un poco de historia sabe que el mandato de
Macià (president de escaso talante ejecutivo) fue demasiado breve para ser
ejemplo de políticas públicas y también sabe que las dos etapas de Companys en
el Govern no son precisamente espejos donde deba mirarse un gobernante
contemporáneo, si no es para conjurar errores monumentales. Entiendo que, en un
acto de partido, Aragonès haga guiños de este tipo, pero no cuando habla al
conjunto del país, y menos después de unos días en que el papel del Govern en
funciones ha sido manifiestamente mejorable, tanto si nos referimos a la
ausencia del acto en Seat como a las declaraciones tardías sobre el orden
público» (1). Dispensen la
abusiva longitud de la cita. Pero es enormemente significativa la disidencia de
Álvaro en, al menos, los siguientes elementos: el papel de Maciá y Companys que quedan,
desacralizados, situados en el limbo de la ineficacia política, al tiempo que
el autor vigoriza la personalidad de Enric Prat de la
Riba –la bicha del secesionismo-- y el
error caballuno de la inasistencia de Aragonès García,
presidente in pectore, al acontecimiento de la factoría de SEAT.
2.--- Si, es necesario repetirlo: Cataluña ha
entrado en la decadencia. Y sigue erre que erre, ahora «el independentismo coquetea
con su propia descomposición» (2). Puro y frustrante onanismo. Ahora bien, quienes
estamos denunciando el pantano no podemos quedarnos sólo con la denuncia.
Dispensen el desparpajo: mantener solo la denuncia (por justa que sea) al
tiempo que la balumba independentista sigue haciendo de las suyas es
incrementar la confusión y una evidente pérdida de tiempo.
Es
necesario poner las condiciones para el surgimiento de una nueva Renaixança. Se
precisa un proyecto político, económico, social y cultural. Un proyecto
decididamente post nacionalista. Tengo para mí que todavía –subrayo a cosica hecha la palabra—hay mimbres en Cataluña.
Moraleja:
hablen de cómo salir del pantano. No se corten, ustedes que saben. Pero no
olviden que, como dijo el sabio de Chinchón, «Lo primero es antes». Venancio Sacristán se
llamaba.
1)
https://www.lavanguardia.com/politica/20210308/6265465/prat-companys.html
2)
Ibidem
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