Efervescencia
política en los cenáculos barceloneses. Actividad trepidante de preparación de
congresos y convenciones políticas, especialmente de nuevos partidos. La
convocatoria de elecciones autonómicas podría estar a la vuelta de la esquina. Los
viejos galápagos del pujolismo vuelven dando veracidad a lo dicho por William Faulkner: «el pasado nunca se muere», que nos
recuerda Lluís Foix hoy en su artículo ´La
historia revisitada´ (La Vanguardia).
Se
prepara el congreso fundacional del Partit Nacionalista Catalá, sus figuras más resonantes son Carles
Campuzano y Jordi Xuclà que les salieron los dientes de leche en las Cortes.
Son los más genuinos depositarios de los restos de la túnica sagrada convergente.
Miquel Roca i Junyent los sacó de la pila del bautismo y Waterloo les dio la
extremaunción. Tengo la impresión que, de todas las nuevas ofertas políticas que
están en curso, el PNC es el mejor situado. La ayuda de los nacionalistas
vascos se da por descontado.
A
continuación viene un batiburrillo de nasciturus, tales como Lliga democrática (Astrid
Barrio, «nueva en esta plaza»); Lliures
(de Antoni Fernández Teixidó, el eterno ex de mil partidos, vale decir, Liga
Comunista Revolucionaria, CDS de Adolfo Suárez y Convergència democrática de
Catalunya); Units per
Avançar (de Ramon Espadaler, el hereu de Duran i Lleida y, ahora con
Albert Batlle que se auto propone como figura ascendente); y el partido del todavía hombre sin partido Manuel Valls, que es
como aquel rey moro zarzuelero, «que lo tiene tó y no tiene ná».
Primera
consideración: vuelven los viejos galápagos convergentes con algunas tapas
variadas como guarnición. Es la Cataluña del pasado, de un pasado que no acaba
de pasar, que diría Faulkner. Un inciso: me pregunto si la estatua de este
caballero está segura en su sitio. De momento sé de buena tinta que la Font del
Negritu (en el Parque de Mataró) sigue
intacta. Segunda consideración: entre estos aspirantes a nacer y los que ya
existen podríamos decir, al revés que el evangelista, que la mies es poca y
muchos los segadores.
Vueltas
y revueltas en los cenáculos barceloneses. Inflación de nuevos partidos como
resultado de la exagerada presunción de capacidades políticas –hasta la
presente escasamente probadas, si vamos al caso-- de la mayoría de las personalidades que hemos
nombrado. Inflación de pipirrana política, también como resultado de viejas
disputas que nunca se recauchutaron. Vuelve toda aquella vieja normalidad que
se disfraza de nueva para no infundir sospechas.
Nada
nuevo bajo el Sol.
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