viernes, 26 de junio de 2020

Jordi Sánchez: Partido (aparentemente) nuevo, política viejuna




El hombre de Waterloo mantiene que España es una dictadura. Seremos caritativos con este personaje y no le califiquemos ni política ni psicológicamente. Lo que sí parece seguro es que el quídam tendría dificultades, fuera de su hábitat natural, en motivar su pintoresca afirmación. Por ejemplo, ¿cómo podría explicar que su Enviado en la Tierra, Jordi Sánchez, interno en el Centro Penitenciario de Lledoners, salga a la calle con permiso cada dos por tres y, de paso, haga sus declaraciones a los diversos medios de comunicación? Sin ir más lejos, ayer por la mañana en un programa radiofónico de RAC 1. Un inciso: Jordi Sánchez es un personaje que ha recorrido diversas obediencias. Con Rafael Ribó, después con Artur Mas y, de momento, con Carles Puigdemont. De los dos primeros huyó cuando empezaron a oler a cadaverina. Con el hombre de Waterloo ensaya un intento, eternamente penúltimo, de ser alguien en la política institucional catalana.

Jordi Sánchez tiene vara alta en la Crida Nacional per la República que es otro grupo dentro de esa desordenada cáfila de grupos y grupúsculos del independentismo político—sentimental. Pretende ser la casa grande, de momento, de todos los camaranchones de Puigdemont. Lo que, desde hace un tiempo, está provocando fuertes retortijones en las tripas del PDECat, dividido en dos bloques: quienes pugnan por mantenerse como partido y los que se oponen a ello. Estamos hablando de las virutas del árbol convergente. Digamos, pues, con claridad que: el procés no sólo se ha llevado por delante la unidad (aunque siempre frágil) del independentismo, sino también la unidad de los post post post convergentes. Es una de las consecuencias de la decadencia de esa manera de concebir Cataluña y sus alrededores.

Jordi Sánchez ha hablado claro. La cosa no pasa por el PDECat, pero tampoco por Junts per Cat. «Debe salir una nueva organización política con una nueva estructura porque ahora mismo JxCat no lo es». Demasiada claridad para quien no es pata negra. Y, más todavía, demasiado pronto ha sacado la lengua a pasear. Las viejas glorias –mejor dicho, las viejas ruinas convergentes--  cuentan con sus propios taifatos que, aunque erosionados por el tiempo, tienen todavía una cierta capacidad de resistencia ante las ambiciones de uno que no  fue de los suyos. De hecho le recriminan en privado a este Sánchez que nunca haya militado en ninguna de las organizaciones que ahora pretende darles la extremaunción.  

Jordi Sánchez ha sido claro: «debe ser una organización política nueva». De un plumazo debe haberse granjeado con lo más granado de las vacas sagradas. El parto, podría haber dicho, vendrá de Waterloo o no vendrá. La naftalina convergente solo merece un triste adiós y el  protocolariamente  fúnebre gori gori. Es la hora de un partido nuevo. Pero no hace un maridaje idóneo ese tipo de partido nuevo con su punto central: el famoso 1 de Octubre y sus consecuencias. Pues, según parece, el tiempo no pasa para este versátil Jordi Sánchez que va de obediencia en obediencia hasta una improbable victoria final.  

Lo que tal vez no habrá calibrado Jordi Sánchez  --de formación politólogo--  es que tanta claridad y tanta anticipación le puede acarrear un traspiés en su carrera política. Waterloo podría estar utilizándolo como depredador de las sucursales post convergentes. Y después, «si te he visto, no me acuerdo». Y es que, en el fondo, algunos politólogos que se meten en política no suelen tener el ojo despierto en las grandes ocasiones.

Addenda.---  Ayer se cerró un largo ciclo. Corruptores y corruptos del caso Palau ingresaron en la cárcel. El tesorero de la vieja CDC de Jordi Pujol entre ellos.

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