El
hombre de Waterloo
mantiene que España es una dictadura. Seremos caritativos con este personaje y
no le califiquemos ni política ni psicológicamente. Lo que sí parece seguro es
que el quídam tendría dificultades, fuera de su hábitat natural, en motivar su
pintoresca afirmación. Por ejemplo, ¿cómo podría explicar que su Enviado en la
Tierra, Jordi Sánchez,
interno en el Centro Penitenciario de Lledoners, salga a la calle con permiso cada
dos por tres y, de paso, haga sus declaraciones a los diversos medios de
comunicación? Sin ir más lejos, ayer por la mañana en un programa radiofónico
de RAC 1. Un inciso: Jordi Sánchez es un personaje que ha recorrido diversas
obediencias. Con Rafael Ribó,
después con Artur Mas y,
de momento, con Carles
Puigdemont. De los dos primeros huyó cuando empezaron a oler a
cadaverina. Con el hombre de Waterloo ensaya un intento, eternamente penúltimo,
de ser alguien en la política institucional catalana.
Jordi
Sánchez tiene vara alta en la Crida
Nacional per la República que es otro grupo dentro de esa desordenada
cáfila de grupos y grupúsculos del independentismo político—sentimental.
Pretende ser la casa grande, de momento, de todos los camaranchones de
Puigdemont. Lo que, desde hace un tiempo, está provocando fuertes retortijones
en las tripas del PDECat,
dividido en dos bloques: quienes pugnan por mantenerse como partido y los que
se oponen a ello. Estamos hablando de las virutas del árbol convergente.
Digamos, pues, con claridad que: el procés
no sólo se ha llevado por delante la unidad (aunque siempre frágil) del
independentismo, sino también la unidad de los post post post convergentes. Es
una de las consecuencias de la decadencia de esa manera de concebir Cataluña y
sus alrededores.
Jordi
Sánchez ha hablado claro. La cosa no pasa por el PDECat, pero tampoco por Junts per Cat. «Debe salir una nueva organización política con una nueva
estructura porque ahora mismo JxCat no lo es». Demasiada claridad para quien no
es pata negra. Y, más todavía,
demasiado pronto ha sacado la lengua a pasear. Las viejas glorias –mejor dicho,
las viejas ruinas convergentes-- cuentan
con sus propios taifatos que, aunque erosionados por el tiempo, tienen todavía
una cierta capacidad de resistencia ante las ambiciones de uno que no fue de
los suyos. De hecho le recriminan en privado a este Sánchez que nunca haya
militado en ninguna de las organizaciones que ahora pretende darles la
extremaunción.
Jordi Sánchez ha sido claro: «debe ser una organización política
nueva». De un plumazo debe haberse granjeado con lo más granado de las vacas
sagradas. El parto, podría haber dicho, vendrá de Waterloo o no vendrá. La
naftalina convergente solo merece un triste adiós y el protocolariamente fúnebre gori gori. Es la
hora de un partido nuevo. Pero no hace un maridaje idóneo ese tipo de partido
nuevo con su punto central: el famoso 1 de Octubre y sus consecuencias. Pues,
según parece, el tiempo no pasa para este versátil Jordi Sánchez que va de obediencia
en obediencia hasta una improbable victoria final.
Lo que tal vez no habrá calibrado Jordi Sánchez --de formación
politólogo-- es que tanta claridad y
tanta anticipación le puede acarrear un traspiés en su carrera política.
Waterloo podría estar utilizándolo como depredador de las sucursales post convergentes. Y después, «si te he visto, no me acuerdo». Y es que, en el
fondo, algunos politólogos que se meten en política no suelen tener el ojo
despierto en las grandes ocasiones.
Addenda.--- Ayer se cerró
un largo ciclo. Corruptores y corruptos del caso Palau ingresaron en la cárcel.
El tesorero de la vieja CDC de Jordi Pujol entre ellos.
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