Posiblemente
Pedro Sánchez está esperando el desenlace del
proceso electoral de los últimos comicios para dar el carpetazo definitivo a la
sesión de su investidura. Es decir,
quiere tener el cuadro meteorológico al completo de las tendencias de doña Correlación de Fuerzas. De ahí que se tome al asunto
con flema inglesa. No conviene atropellarse en los asuntos importantes. Esta es
una nueva faceta del otrora fogoso
secretario general del PSOE. Sánchez certifica la bondad del viejo refrán que señala que “se aprende a capar capando”.
Sea, pues: flema, despacito y buena letra.
Pedro
Sánchez tiene cierto tiempo para la investidura, y de esa guisa saber a ciencia
cierta con qué apoyos cuenta. Como es natural, todos ellos pondrán por
delante la sinfonía ¿Qué hay de lo mío? Que
nadie se escandalice: esto es política, no unos ejercicios espirituales. La ley
de la oferta y la demanda indica que el petitorio global será caro. Tampoco
importa: la Moncloa bien vale una misa cantada.
Conviene
recordar que una cosa es la investidura y otra es la legislatura. Los aperos de
una y otra suelen ser diferentes. Y vale la pena recordarlo porque Sánchez no
va muy sobrado de sostenedores. Los números, cierto, le son favorables, pero no
son generosamente favorables. Más todavía, cuatro años es un periodo donde
pueden ocurrir muchas cosas así en el
teatrillo español como en el melodrama
europeo.
Conserve,
pues, Pedro Sánchez su flema. Pero vaya tejiendo un proyecto consistente que le
permita navegar durante la legislatura con razonable comodidad. Los diputados
que tiene ni siquiera son suficientes. Hable con Pablo Iglesias, pues no es conveniente que se
ponga más nervioso. Por lo demás, si el otrora fogoso Pedro Sánchez ha conseguido templar los nervios, en teoría
nada parece impedir que Iglesias también aprenda a capar capando.
Oído,
cocina: los socialistas barceloneses avisan a la señora Colau que si no hay pacto no la apoyarán para alcaldesa. Lógico, esto es política, no el rezo del santo
rosario. Pues bien, Sánchez: de te fabula narratur.
(Estas
reflexiones las sostuvimos Doménec Benet y un
servidor en la planta tercera del Hospital Comarcal. Al fondo, la mar mediterránea).
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