miércoles, 5 de junio de 2019

Los amores platónicos de Ada Colau



No sé a qué obedece la machacona insistencia de Ada Colau en que los socialistas formen parte, junto a Esquerra Republicana de Catalunya y los Comunes, del equipo de gobierno de la ciudad de Barcelona. Más todavía, tampoco entiendo el intencionado vacío de la propuesta Colau en torno a quién sería el alcalde. Colau insiste en la sobada fórmula tripartita, que –como se ha dicho--  no la quieren ver ni en pintura los socialistas.

¿Por qué defiendo la opción de un equipo de gobierno Comunes y socialistas presidido por Colau? En principio vale la pena recordar que es viable, ya que Colau tendría los votos de Manuel Valls sin ninguna contrapartida. Valls lo ha dejado suficientemente claro: es la opción del mal menor entre un independentista como el segundo Maragall y Colau.

Maragall no tiene un proyecto de ciudad para Barcelona. No ha aparecido, además, en su atolondrada campaña. Don Ernesto tiene una idea instrumental de Barcelona: que sea el banderín de enganche del independentismo en Cataluña y su fulcro en la arena internacional. Con lo que los problemas de la ciudad –viejos y nuevos--  serían de orden menor, no relevantes para el ayuntamiento maragalliano. De donde se infiere que si Colau aceptara la oferta del segundo Maragall, que no contaría con el apoyo de los socialistas,  el consistorio sería una olla de grillos, un conjunto de retales sin relación entre sí, incapaces de confeccionar un traje.

Con todo, me malicio que este juego del escondite tiene alguna relación con las elecciones autonómicas catalanas que, dada la velocidad del tiempo, están a la vuelta de la esquina.

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