Primer acto
En Santa Coloma de Farnés, ilustre villa de la comarca de La Selva, se ha vivido una pasión amorosa a la altura de Verona y Teruel. Santa Coloma tiene ya sus amantes. Joan Martí y Bea Ventura son los amantes de estos dulcemente tristes episodios municipales. Se prometieron un amor eterno durante toda la legislatura. Joan, güelfo blanco, republicano; Bea, güelfa negra, socialista. Los padres de Joan querían, sin embargo, que la alianza fuera con la jefa local de los gibelinos, Susagna Riera, representante de Waterloo, por más señas perdedora de las elecciones.
Segundo acto
Día
del casamiento entre Joan y Bea. Tensión. Los gibelinos están de uñas y arman
la marimorena. No se puede admitir que en el campanario se arríe la bandera del
Tres por Ciento. Y desde la distancia interviene Quim Torra, el nativo menos ilustre de la villa,
que manda suspender la ceremonia nupcial
hasta que Joan pacte con Susagna. Alboroto descomunal. De repente, la
hermanísima de Torra asalta la mesa presidencial y descuelga el retrato de su
hermano en claro simbolismo de que, bajo su cara, no puede perpetrarse la
fechoría del casamiento de los amantes Joan y Bea. Ya quedó señalado por Jordi Pujol que «cuando
hay problemas sólo se puede contar con la familia».
Tercer acto
Pero
Bea y Joan no tienen el fuste de Romeo y Julieta, ni son de Teruel. Ceden como
corresponde a la corrosión del carácter de los amores post modernos, amores de
chichinabo. En realidad, piensa Joan
–guelfo blanco-- que no es para tanto,
que sólo es política. Y deja plantada a Bea al pie del altar.
Desenlace
No
consta intervención alguna (al menos por ahora) de la dirección de Esquerra Republicana de Catalunya, güelfos blancos
muchos de ellos, ante el desmán de Torra.
Un Torra injustamente acusado de gandul, cuando en realidad trabaja a
destajo pro domo sua. Un Torra que puede presumir ahora ante el segundo Maragall de cómo se pueden
impedir algunos casamientos.
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