El
independentismo catalán puede fracasar más por sus problemas internos que por
otra cosa. Por ejemplo, ese triángulo escaleno –Puigdemont, Torra y Toni Comín-- es capaz de
llevar su propia locomotora, no ya al famoso choque de trenes sino al barranco.
De bronca en bronca hasta el despeñadero final. El problema que tienen, aparte
de la desubicación total, es la actitud patológica de enfrentarse contra
quienes intentan pensar de manera distinta, ahora los de sus propias filas.
No
han pasado ni tres días que cuatro de los dirigentes, que están siendo juzgados
por el Tribunal Supremo, publicaron el
famoso artículo que comentábamos el sábado, ¿Quién
corta el bacalao en Cataluña? (1) cuando el hombre de Waterloo se despacha
con cajas destempladas contra los firmantes, flor y la nata del partido post
convergente. Reacción espasmódica. Es decir, Waterloo no ha reaccionado contra
una opinión anónima, ha lanzado los cuchillos contra los dirigentes de mayor
prestigio de su partido: Jordi Sánchez, Josep Rull, Jordi Turull y Joaquim
Forn. Posiblemente Puigdemont
no pudo soportar que dicho artículo tuviera un próximo parentesco con las tesis
que Oriol Junqueras
viene exponiendo de un tiempo a esta parte. Por eso les recrimina con acritud
que la «autodeterminación» sigue siendo el tarro de las esencias patrias.
Condición sine qua non para negociar.
El
triángulo escaleno está nervioso: se le va despeluchando el Gotha que le dio
soporte, ve cómo Esquerra Republicana le va a mojar la oreja en todas las
próximas elecciones, y para colmo aparecen encuestas mostrando que el 72,6 por
ciento de los catalanes desea una reforma constitucional y un 69,2 por ciento
quiere que se negocie un nuevo sistema de financiación para resolver la
tensión. O sea, la mayoría se instala en el Estatut. (Los datos son de GAD 3,
en La Vanguardia de hoy).
Sin
embargo, la reacción del triángulo escaleno es similar a la de aquel militar
carlista que arengó a sus parciales al grito de «¡A por ellos, que son de
regadío!». Siempre el pedregal del
secano, no la feracidad del regadío.
El
triángulo escaleno seguirá dando que hablar. De peñasco en peñasco hasta el
precipicio final. Con lo que me arriesgo a la siguiente previsión: del choque de
trenes que se hablaba hace tiempo se va a pasar al choque de locomotoras en el
interior del independentismo. Tiempo al tiempo.
El último que quede que apague la luz.
Nota bene.-- Este es un fragmento de mi intervención en el Centro Social Fernando de los Ríos, de la ciudad de Parapanda.
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