Giacomo Noventa fue un escritor italiano que
tituló uno de sus libros “Nada de nuevo”. No sabemos la suerte que corrió dicha
publicación, pero es harto reseñable la audacia que tuvo el autor. Eso mismo
diríamos hoy de muchas cosas. En primer lugar de la campaña electoral. Nada de
nuevo que no se haya dicho mil veces. Nada de nuevo que no sepamos los mortales
de lo que hará el Gotha político.
El
título de Giacomo Noventa me retrotrae a los tiempos de don Natalio Rivas, historiador
y político granadino, eterno diputado a Cortes en tiempos de Alfonso Trece, la República y, posteriormente, Procurador en Cortes con
la Dictadura. Famoso por su facundia y
sus promesas que, aunque nunca cumplidas, no hacían mella en su electorado.
En
cierta ocasión don Natalio predicaba en Albuñol, su patria chica. Prometió el
oro y el moro. Prometió el maná, jamón de Trevélez para el personal. Y puestos
de tabajo para todo el mundo. Un lugareño le interrumpió, se dice que con una
voz jupiterina: «¡Natalico, colócanos a tós!». No se dio el caso.
Nada
hay de nuevo. Una de las canciones napolitanas más famosas es el “Torna a
Surriento”. Este es su origen: el político italiano Giuseppe
Zanardelli fue a la isla en campaña electoral. Otro que prometió el oro
y el moro. Tras el mitin las autoridades locales le agasajaron. Mientras tanto
el maestro Ernesto de Curtis se afanaba en
componer una canzone y su hermano Giambattista escribía la letra. Horas más tarde salía
el vaporetto para Nápoles. Allí estaba la banda municipal y un tonadillero. Le
dedicaron el Torna a Surriento: una elegante alusión a que volviera para rendir
cuentas de sus promesas. Con todo, los italianos le deben a este político la
abolición de la pena de muerte. Que no es poca cosa.
En
resumidas cuentas, nada hay de nuevo.
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