Dos
dirigentes independentistas, Oriol
Junqueras y Jordi
Sánchez, presos y en trámite de juicio, dan desde la cárcel, cada uno
por su lado, una rueda de prensa. O sea, interviniendo en la campaña electoral.
El hombre de Waterloo –me dicen-- está
que trina. Me sospecho la angustia de este pintoresco caballero. De un lado, se
le quiebra el argumentario de que en España (según él, moho, orín y olor a
pies) se vulneran los derechos básicos. Y, de otro lado, el motivo principal:
ya no tiene el monopolio de la comunicación mediática con el independentismo.
Un monopolio que ha gozado a destajo él y aquel a quien ha ungido. Cuando se
rompe eso ya no puedes controlar lo que
digan los demás. Waterloo es, así las cosas, una voz más, contestada por un
sector de la feligresía.
El
de Waterloo tiene a misma angustia que la jerarquía de la Iglesia cuando
Nuestra Señora tiene a bien aparecerse en cualquier descampado. Porque se rompe
el monopolio del alto funcionariado religioso de comunicación con los fieles.
Sólo se acepta la virginal Aparición si ha habido pacto entre ellos y Mac Donald. Más las
empresas del beato merchandising:
estampitas, rosarios, postales...
Por
lo demás, tampoco es irrelevante el hecho de que las autoridades competentes de
la justicia permitan dichas ruedas de prensa. La Cooperativa Hunos y Hotros –una potente
industria de vividores a favor y en
contra del procés-- están desorientados y, hasta la presente, no
han dicho ni oxte ni moxte. Los primeros, inquietos porque esperaban otra
negativa de los tribunales; los segundos, porque en puridad no lo pueden achacar
a Pedro Sánchez.
Aunque es previsible que el tándem Casado – Rivera lo aprovechen en los debates televisivos que están al
caer. Pero sin mencionar al Magistrado Marchena,
a quien se le ha bautizado por lo bajinis como Judas Iscariote.
De
manera que los vividores del procés
(a favor y en contra) están como la Zarzamora:
llora que llora por los rincones. Las
intuiciones de Lola Flores.
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