«Uno ve ciertos componentes de comportamientos de secta en una parte del
independentismo porque da la sensación que este hombre es una especie de
Charles Manson y les tiene a todos metidos en una
habitación. Y da la sensación que van a un suicidio colectivo, pero lo malo es que están
arrastrando con ellos al pueblo catalán y en parte también al pueblo español,
que están relegando los problemas reales del país a todas estas historias que
no van a ningún sitio» (1). Así se ha expresado Oscar Puente, portavoz del PSOE. Aclaremos nosotros, cuando dice «este hombre» se
refiere a Carles
Puigdemont.
Son palabras gravísimas, agravadas más, si cabe,
porque se han pronunciado oficialmente desde la portavocía del PSOE. Palabras
que exigen no sólo la inmediata rectificación sino la dimisión o cese
fulminante de tamaño irresponsable. Hasta donde yo recuerde nadie ha hablado de
modo tan insensato como lo ha hecho este caballero. Que moralmente queda
inhabilitado para seguir ostentando tan delicada responsabilidad.
Nadie podrá decir que mis escritos han justificado
o simpatizado con Carles Puigdemont. De igual manera, nadie señalará que de mi
pluma hayan salido insultos hacia el hombre de Bruselas. He hecho siempre
comentarios ásperos –a veces durísimos—, todo lo más trufados de ironía y otras
herramientas retóricas propias de la controversia política. De ahí que esté en
condiciones de afirmar que Puente ha roto todos los códigos deontológicos de la
pugna entre los partidos.
Entiendo, en todo caso, que peor que un
injustificado insulto se trata de un error colosal. Y, peor todavía, son
palabras de quien no tiene ni idea de cómo abordar los problemas que ha creado
–y sigue en sus trece-- el hombre de
Bruselas. La cabeza de Puente es, pues, un berroqueño pedregal, de profundas
raíces en el mostrador de la taberna de la esquina. Donde se busca el aplauso
de los incondicionales del morapio de garrafón. Ahora bien, no parece que este caballero
haya abochornado a su partido, este ni siquiera le ha llamado al orden.
Pensarán, así las cosas, que de ese modo se ventilan los problemas que crean
los hunos y los hotros.
Hay una antigua biografía del padre del socialismo español:
Pablo Iglesias, educador de muchedumbres. Su autor es Juan José Morato.
Pues bien, se diría que Oscar Puente es justamente lo contrario: pedagogo de
bronquistas carajilleros al por mayor.
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