Homenaje a Eleuterio Quintanilla
Juan Manuel Tapia participa en las conversaciones que estamos publicando
con motivo del libro LA CIUDAD
DEL TRABAJO (BRUNO TRENTIN). Hemos copiado y pegado su
comentario y lo trasladamos a “portada”.
Juan manuel tapia dijo...
Juan manuel tapia dijo...
Queridos amigos, desde hace muchos...muchos días, me
muerdo la lengua para no hacer comentarios, guardaba una lectura
"serena" de la obra de Trentin para el verano, como quién guarda el
mejor vino para el momento adecuado.
Solo voy a haceros una indicación. La justicia social, la acción redistributiva como objeto de la acción del sindicalismo confederal -a propósito, el único que puede realizarla por definición- es ciertamente importante.Especialmente en un mundo social y económico complejo que ha alejado del derecho y la protección del trabajo a amplios sectores sociales.
Tampoco seré yo quién afirme la existencia de ninguna yuxtaposición con el principio de libertad efectiva, de democrácia en la empresa o incluso con el cuestionamiento del actual sistema de propiedad de los medios de producción social.
La pregunta que os hago, creo que es clave: es la justicia social o son las políticas redistributivas, el "meollo", la "palanca" de un proceso de transformación social real, en lo que nuestro maestro Karl Korsch denomina un auténtico proceso de "socialización"? Creo que no.
La humanización del trabajo, la liberación del trabajo asalariado y dependiente, tiene su epicentro en el otro espacio del binomio: la libertad, que es el poder, en la empresa, la humanización de la organización del trabajo y su democraticidad. Un terreno de batalla en que fuimos derrotados, tanto material como ideológicamente, tras las oleadas de huelgas y movimientos revolucionarios de los años 20.
El estalinismo y la socialdemocracia -que nunca estuvo por la labor-, enmascaraban con las loas al fordismo y a las potencialidades -no pocas- de la redistribución, la propia derrota de sus originales ideas socialistas, y las en
Solo voy a haceros una indicación. La justicia social, la acción redistributiva como objeto de la acción del sindicalismo confederal -a propósito, el único que puede realizarla por definición- es ciertamente importante.Especialmente en un mundo social y económico complejo que ha alejado del derecho y la protección del trabajo a amplios sectores sociales.
Tampoco seré yo quién afirme la existencia de ninguna yuxtaposición con el principio de libertad efectiva, de democrácia en la empresa o incluso con el cuestionamiento del actual sistema de propiedad de los medios de producción social.
La pregunta que os hago, creo que es clave: es la justicia social o son las políticas redistributivas, el "meollo", la "palanca" de un proceso de transformación social real, en lo que nuestro maestro Karl Korsch denomina un auténtico proceso de "socialización"? Creo que no.
La humanización del trabajo, la liberación del trabajo asalariado y dependiente, tiene su epicentro en el otro espacio del binomio: la libertad, que es el poder, en la empresa, la humanización de la organización del trabajo y su democraticidad. Un terreno de batalla en que fuimos derrotados, tanto material como ideológicamente, tras las oleadas de huelgas y movimientos revolucionarios de los años 20.
El estalinismo y la socialdemocracia -que nunca estuvo por la labor-, enmascaraban con las loas al fordismo y a las potencialidades -no pocas- de la redistribución, la propia derrota de sus originales ideas socialistas, y las en
JLLB
Hola Juanma, me ha parecido oportuno trasladar tu comentario a la
portada del blog. Esta es también una manera de agradecerte tu interés, que
viene de antiguo, por la obra de Bruno Trentin. Dicho lo cual, con mucho gusto,
te doy mi parecer sobre lo que escribes.
Primero. El sindicalismo tiene un gran papel en las políticas redistributivas,
ciertamente. Pero, a mi entender, no “es el único que puede hacerlo, por
definición” como tú afirmas. Hasta donde tú y yo sabemos la acción legislativa
ha jugado, y debe jugar, un papel decisivo en esa dirección. Si sólo (y
solamente) el sindicalismo hubiera sido el único sujeto que ha ejercido dicho
rol, me atrevo a pensar que no se habría construido tan inmensa arquitectura de
protección social, que hoy está amenazada gravísimamente. Posiblemente te haya
faltado añadir que es el único sujeto que en
la actualidad juega ese papel. Por otra parte, instalarse en que es el único
sujeto nos llevaría a no exigir a los partidos políticos de sus responsabilidades en la acción
parlamentaria.
Segundo. Trentin no contrapone las políticas redistributivas a la
intervención en los grandes temas de la organización del trabajo. Lo que dice –y
repite machaconamente, a veces de manera pejiguera-- es que las izquierdas políticas y sociales se
han quedado sólo en las políticas redistributivas y han dejado, de manera
subalterna, que la producción fuera monopolizada por el dador de trabajo. Entendido
todo ello como dogma por los siglos de los siglos. De paso –añado de mi propia
cosecha-- que no es posible mantener las
políticas redistributivas tal como se hacía en tiempos del fordismo,
especialmente en aquello que se refiere al papel redistribuidor de la negociación
colectiva. Que sigue instalada en el anterior paradigma a pesar de las grandes
transformaciones en curso.
Tercero. Cuando
hablamos de “justicia social” parece que nos referimos sólo a las políticas
distributivas dejando de lado las consecuencias de una decidida intervención en
la organización del trabajo. ¿Qué mayor justicia social que ir arrancando
cachos de autonomía y autorrealización en el trabajo? En resumidas cuentas, no
podemos demediar la justicia social y referirse a ella en base a las conquistas
redistributivas.
Cuarto. Dices que “El estalinismo y la
socialdemocracia -que nunca estuvo por la labor-, enmascaraban con las loas al
fordismo…”. No veo por qué afirmas que la socialdemocracia nunca estuvo por la
labor.
Como bien
afirmas, el estalinismo también “enmascaraba con sus loas al fordismo”. Con una
diferencia: los dirigentes soviéticos –Lenin lo hizo en repetidas ocasiones— pusieron
en marcha lo que podríamos denominar “un taylorismo (y un fordismo) de Estado”,
no sólo la producción sino la organización del Estado y la sociedad. Así pues,
podríamos decir que, en ese aspecto, hubo una indistinción entre revolucionarios y reformistas. Por supuesto, fue comprensible –como dice nuestro Paco
Rodríguez de Lecea— que “el fordismo tuvo que parecer un
avance inmenso a socialistas y comunistas. Antes se trabajaba en el
hacinamiento, en la precariedad, en la insalubridad, en la extenuación, en el
abuso continuo y el capricho del patrón, en el látigo como estímulo al incremento
de productividad”.
El problema, querido
Juanma, es que ese sistema –tal vez necesario en los inicios de la URRS-- quedó para siempre, incluido el “abuso
continuo” y el capricho del patrón-Estado, con sus más variopintos látigos. Algo
que matizaría Gramsci: “mientras no tengamos otro sistema, podemos utilizar el americanismo (fordismo)”. Como diciendo:
vamos a ver si nos espabilamos.
Ese “a ver si nos
espabilamos” parece tener ahora tanta actualidad (o más) que en tiempos de
nuestro amigo Gramsci.
Quinto. Esta es una
pregunta que te hago: ¿qué decían sobre estos asuntos nuestros abuelos
confederales Joan Peiró y Ángel Pestaña, Manuel Buenacasa y Eleuterio Quintanilla? Por
lo demás, también me interesaría conocer qué opinaban nuestros viejos amigos
los woblies?
Desde Parapanda, JL
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