Nota editorial. Siguen los comentarios, en esta
ocasión sobre el CAPÍTULO 8 (1), Hacia el “neocorporativismo” (primera parte) del libro “La ciudad del trabajo, izquierda y crisis del fordismo” de nuestro
amigo Bruno Trentín.
Querido Paco, este capítulo me ha sido más fácil de
verter al castellano. No es tanto porque le vaya cogiendo el tranquillo sino
por la más sencilla sintaxis de Trentin o, tal vez, porque tengo unas vivencias
más directas del tema que aborda. Te acordarás porque tuvimos que enfrentarnos
a todo eso –por lo menos hasta mediados de los ochenta— de una manera muy
drástica. En todo caso deberíamos diferenciar entre lo que podríamos llamar la
“tendencia natural” de los trabajadores al corporativismo y la asunción (a
regañadientes o de buena gana de lo que se ha dado en llamar
“neocorporativismo) por las organizaciones sindicales de clase. Contra ambas,
repito, nos enfrentamos con desiguales resultados.
Nos dice Trentin que las condiciones esenciales del
neocorporativismo fueron: 1) la centralización del sistema de relaciones
industriales, 2) la posibilidad de que el Estado seleccione los sujetos en el
intercambio político y 3) la renuncia a introducir en la mesa de negociaciones
ciertos planteamientos que son monopolio del poder privado empresarial. A
cambio el Estado reconoce y legitima a todos los sujetos que intervienen
concediéndoles el monopolio de la representación. Lo digo de manera esquemática,
remitiendo al lector al puntilloso desarrollo que hace Trentin de cada una de
esas condiciones.
Lo cierto es, querido Paco, que en España no se dio
de una manera tan acabada; es más, creo que ese neocorporatavismo fue derrotado
en nuestro país. O, si se prefiere, no llegó a cuajar, a pesar de los intentos
que hubo en llevarlo a cabo.
Primero por la fuerte interferencia que
representamos Comisiones Obreras; y segundo, porque la Constitución española
no permitía una marginación tan descarada de los sujetos a eliminar de la
escena neocorporativista. La cosa fue, vista con distancia, bastante efímera y
entiendo que se rompe con la reforma de Almunia en 1985 de la Seguridad Social
y salta en añicos cuando el desencuentro de UGT y el PSOE en la gran huelga del
14 de diciembre de 1988.
Otra cosa es el espectro de los corporativismos en
empresas y ciertos ramos, especialmente, de los servicios. Aquí la cosa
adquiere otra dimensión que conviene meditar parsimoniosamente porque nos
depara enseñanzas para hoy, mañana y pasado mañana.
Entiendo que, cuando se trata de estos ambientes, el
corporativismo es también (aunque no únicamente) el resultado de un déficit de
representatividad del sindicalismo confederal en lo referente a las demandas
que plantea en su plataforma reivindicativa. Por ejemplo, acuérdate de la
imponente afiliación que teníamos a finales de los setenta en empresas tan emblemáticas como Metro, Autobuses de Barcelona y El Corte Inglés. En
el Metro nos salió un sindicato de taquilleras porque nuestras reivindicaciones
no tenían en cuenta lo que pedían las mujeres; en Autobuses salió el sindicato
de Paquito Bernal por tres cuartos de lo mismo; y ni te cuento, por similar, lo
ocurrido en El Corte Inglés. Como es lógico, la patronal se aprovechó de nuestro
déficit y empezó a crear descaradamente sindicatos-probeta que, andando el
tiempo, se fueron consolidando. O sea, se juntaron el hambre con las ganas de
comer: nuestro déficit de demandas específicas, la tendencia natural al
corporativismo y, así las cosas, el abono que en ese terreno echó la patronal.
Donde el sindicato ejerció de sujeto general y de las diversidades, no surgió
el corporativismo; y, donde lo hizo, fracasó estrepitosamente. Por ejemplo, y
sin ir más lejos en Induyco donde tenemos un nivel notable de sindicalización y
… ¡resulta que es de El Corte Inglés!
Por otra parte, conviene reflexionar sobre la
garrula teoría de que hay categorías asalariadas que inevitablemente son y
serán corporativistas. Por ejemplo, los técnicos. Aivá, ¿entonces cómo se
explica que en empresas como Maquinista Terrestre y Marítima en el colegio de
los técnicos e ingenieros ganaba siempre Comisiones Obreras? ¿y qué decir en la Ram (de lácticas) donde los
técnicos iban codo a codo con los hermanos Ruiz, legendarios dirigentes del
sector de Alimentación? ¿o en el sector de Banca? La cosa tiene interés porque
siguen habiendo empresas estratégicas donde, en ciertas categorías, dominan los
corporativismos? Y también porque el “neocorporativismo” que describe Trentin
puede reaparecer algún día. Toquemos madera. Desde Parapanda, os saluda JL
Habla Paco
Rodríguez de Lecea
El asunto del
neocorporativismo ‘institucional’ me produce picores, esa es la verdad, José
Luis. Muy cierto que peleamos contra aquello, en los años ochenta. Curiosamente
aquella ola vino de la mano con la ‘desregulación’ de Thatcher/Reagan, que
empezó a hacer estragos sin ser todavía bien percibida por un paisanaje
convencido a pies juntillas de la verdad verdadera del eslogan de que ‘Spain’
era ‘different’. Y de la mano también de los estudios y las teorizaciones que
empezó a emitir la llamada Comisión Trilateral, y que versaban entre otras
cosas sobre el papel de la información (y de la desinformación) en la
simplificación y selección de las demandas sociales susceptibles o no de ser
atendidas para el mejor control de los ciudadanos de unos países avanzados para
los que se aconsejaba una democracia no recuerdo si ‘rebajada’, ‘de baja
intensidad’ o alguna expresión del estilo. Fueron unos años inquietantes,
aunque en la superficie no pasaba nada todavía.
Y en ese
contexto bastante raro, bajó de las alturas la propuesta de legitimación
universal de los sindicatos más representativos para negociar cualquier cosa,
al margen de la representatividad concreta en la empresa o sector de que se
tratara y al margen también de la voluntad de los ‘beneficiarios’ de la
negociación. Los sindicatos nos transformaríamos en una especie de reyes magos
que dejarían en las chimeneas de los trabajadores relucientes regalos en forma
de convenios colectivos de todos los colores, por lo que habrían de estarnos
eternamente agradecidos.
No tragamos
la píldora, dices bien. Entonces estábamos ya seriamente preocupados por las
cuestiones de la legitimación ‘endógena’ de la actividad sindical, por los
problemas de la representación en la empresa (secciones sindicales versus
comités) y por el peligro muy cierto de que la institucionalización excesiva y
la negociación ‘por arriba’ cortaran las raíces que conectaban el sindicato al
suelo del que se nutría. Estoy seguro de que nos equivocamos muchas veces en
nuestras decisiones y en nuestras orientaciones; estoy seguro de que
seguiríamos equivocándonos ahora. Pero también me parece que en esa ‘ganga’ que
dices que legamos a nuestros herederos, hubo unas pocas y quizá minúsculas
pepitas de oro fino. Los historiadores (apelo a Javier Tébar) lo dirán. Sólo es
cuestión de paciencia y purificar la escoria.
En cuanto a
los corporativismos a secas, me da la risa sólo de pensarlo. Había quien
teorizaba una tendencia al corporativismo connatural a los técnicos, y en
cambio se pensaba en el obrero fetén, el trabajador manual, como en un ser
inmune a esas tentaciones, incorruptible, portentoso, justo, sabio, benéfico y
solidario. No estoy hablando de la época de los cartagineses, no hace tanto
tiempo de aquello, nosotros hemos oído ese tipo de discurso y no estamos aún
‘tan’ decrépitos. Hoy los pequeños corporativismos proliferan en todas partes,
como las cucas a la llegada del verano. Es el ‘sálvese quien pueda’ que
mencionaba yo en una charla anterior. Fijos contra precarios, veteranos
contra jóvenes, autóctonos contra inmigrados, varones contra mujeres. Así de
fragmentada y enfrentada está la sociedad civil. ¿Y no ha de ser ese el primer
punto por resolver para una propuesta sindical y política de alternativa?
Saludos, Paco.
Querido Paco, pongo en tu conocimiento –también a quienes se toman la molestia de seguirnos-- que la obra de Pietro Ingrao, Las masas y el poder, está colgada íntegramente en la red en estas señas: http://www.moviments.net/espaimarx/docs/0e9fa1f3e9e66792401a6972d477dcc3.pdf Desde Parapanda, JL
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