Nuestra conversación sobre CAPÍTULO 10
(1), 10. 1 La hegemonía cultural del “scientific management”, del libro “La ciudad del trabajo,
izquierda y crisis del fordismo” de Bruno Trentin.
Habla Paco Rodríguez de Lecea
El arranque de este capítulo décimo, querido José
Luis, me provoca la tentación de meterme a deambular sin ser llamado por
jardines de cierta consideración. Te ruego que, si te parece que me estoy
enfangando demasiado, acudas con diligencia al rescate.
El
punto de partida de mis elucubraciones es la potente metáfora de Trentin al
referirse irónicamente a la versión del socialismo para uso común y cotidiano
como la ‘vulgata’. ¿No tiene, ciertamente, un tonillo de catecismo, de doctrina
rancia, desmenuzada y desleída para su mejor digestión, en busca sólo de
provocar emociones y reacciones simples? Pero tranquilo, no te estoy
proponiendo una investigación acerca de la contaminación del discurso histórico
de las izquierdas por el hecho religioso. Voy por otro lado.
Dice Trentin que la vulgata socialista ha colocado
la justicia social por delante de la libertad: discutamos primero la
distribución de los beneficios y la porción del pastel que corresponde al
asalariado, que la libertad –si es que la libertad es un problema– llegará a su
debido tiempo, como cae del árbol la fruta madura. Me dirás que frivolizo, pero
entreveo en la fórmula ecos del precepto evangélico que dice: «Buscad primero
el reino de Dios y su justicia, y lo demás se os dará por añadidura.»
No sólo es la libertad. La ‘vulgata’ minusvaloró
también el valor de la democracia ‘formal’, a pesar de que en 1852 el propio
Marx, como recuerda Trentin, saludó la implantación del sufragio universal como
una medida «mucho más ‘socialista’ que las que han sido honradas con este
nombre en el continente.». Pero en el catecismo de las izquierdas siguió
escrito que sólo habrá democracia ‘real’ cuando se produzca la expropiación
socialista de los medios de producción. Muchos teóricos –y Trentin lo menciona
en varios lugares de su libro– han coqueteado con un decisionismo de cuño
schmitteano para atacar desde sus posiciones a una democracia formal que sólo
veían como una trampa, como la dictadura de la mayoría. Pero entre la
democracia auténtica y la dictadura de la mayoría hay una diferencia abismal.
La expresó quien dijo (ignoro su nombre, sólo recuerdo la frase): «La
democracia tiene que ser algo más que dos lobos y una oveja poniendo a votación
qué van a cenar esta noche.»
El discurso de las izquierdas ha limado y
rectificado a lo largo del tiempo los estereotipos demasiado fáciles, pero ¿lo
ha hecho hasta sus últimas consecuencias? En todas las recetas actuales del
variopinto mosaico de las izquierdas el problema de la libertad sigue
postergado en beneficio de la justicia distributiva. Y la exigencia de más
democracia, que ha movilizado contra la marginación a tantos sectores de la
sociedad civil, sigue detenida delante de las puertas de la ‘fábrica’. Tal vez
no hemos actualizado aún del todo nuestra vulgata; tal vez seguimos pensando de
forma subliminal que la fábrica fordista-taylorista es el purgatorio necesario
en el que ha de padecer tormentos ejemplares el alma obrera antes de elevarse a
las alturas empíreas de la sociedad sin clases. Paco.
JLLB
Querido Paco, esperemos que,
con la atenta lectura de esta primera parte del capítulo, podamos entender las
razones de la rápida difusión del taylorismo y su enquistamiento en las
organizaciones sindicales y políticas de izquierdas; y, de ahí, a lo que
nuestro amigo Ramon Alós llamó, lúcidamente, el otro día “la colonización del
trabajador por el taylorismo”. O como dijo Antonio Baylos en su ponencia en la Fundación de
Investigaciones Marxistas algo así como –lo saco de mis apuntes— “parece que
hay un chip en la mente del trabajador sobre la inmutabilidad del taylorismo”.
Un chip, habría que añadir, introducido indistintamente por los grandes
santones de las derechas y las izquierdas. Entiendo por santones no sólo a los
políticos sino a quienes podrían influir en todo eso desde el pensamiento y la
acción.
En todo caso, viejo amigo,
me parece que deberíamos aclarar a nuestros amigos, conocidos y saludados que
no hay nada en la literatura de Trentin que indique separación entre la
libertad (que es lo primero) con la acción colectiva, sindical y política, por
la justicia social. Entre paréntesis: ¿cuándo se empezó a oscurecer esta
formulación? ¿cuándo se deslizó la retórica política hacia el ninguneo de “la
justicia social”? Si los viejos fabianos levantaran la cabeza se tirarían de
los pelos. Sigo, yo entiendo que Trentin propone un hiato entre libertad y
justicia social. Algo así como: en la libertad cabe la posibilidad,
mediante la acción colectiva (incluido el conflicto social, como elemento
inescindible de la libertad) de la justicia social. Una justicia social que
comprende la ciudadanía plena, esto es, no demediada, dentro y fuera de los
centros de trabajo.
Habla Paco Rodríguez de
Lecea
En efecto, ni Trentin
sugiere ni yo proponía elegir entre justicia y libertad, priorizar una y
postergar la otra. ¿Por qué habría que hacer tal cosa? Cuando la idea central
de todo el pensamiento de Marx, y la aspiración explícita de Trentin, es
rescatar el trabajo de su enajenación, ‘humanizarlo’ para devolver al
trabajador su personalidad completa, no demediada, no unidimensional. Quede
claro entonces que no propongo dar de lado la lucha por la distribución, como
tampoco el sindicalismo de tutela. Lo que planteo es la necesidad de extender
la línea de operaciones a todo el frente, conscientes de sus complejidades,
movimientos tácticos, escaramuzas, repliegues y objetivos a corto, medio y
largo plazo. En una palabra, lo que sugiero es enriquecer la estrategia del
movimiento obrero; no variarla.
JLLB
Querido Paco,
no me refería a ti, ni a Trentin. Sino a la impresión que los textos podrían
dar (los míos en primer lugar) sobre una separación entre libertad y justicia
social. Un abrazo, JL
1 comentario:
Queridos amigos, desde hace muchos...muchos días, me muerdo la lengua para no hacer comentarios, guardaba una lectura "serena" de la obra de Trentin para el verano, como quién guarda el mejor vino para el momento adecuado.
Solo voy a haceros una indicación. La justicia social, la acción redistributiva como objeto de la acción del sindicalismo confederal -a propósito, el único que puede realizarla por definición- es ciertamente importante.Especialmente en un mundo social y económico complejo que ha alejado del derecho y la protección del trabajo a amplios sectores sociales.
Tampoco seré yo quién afirme la existencia de ninguna yuxtaposición con el principio de libertad efectiva, de democrácia en la empresa o incluso con el cuestionamiento del actual sistema de propiedad de los medios de producción social.
La pregunta que os hago, creo que es clave: es la justicia social o son las políticas redistributivas, el "meollo", la "palanca" de un proceso de transformación social real, en lo que nuestro maestro Karl Korsch denomina un auténtico proceso de "socialización"? Creo que no.
La humanización del trabajo, la liberación del trabajo asalariado y dependiente, tiene su epicentro en el otro espacio del binomio: la libertad, que es el poder, en la empresa, la humanización de la organización del trabajo y su democraticidad. Un terreno de batalla en que fuimos derrotados, tanto material como ideológicamente, tras las oleadas de huelgas y movimientos revolucionarios de los años 20.
El estalinismo y la socialdemocracia -que nunca estuvo por la labor-, enmascaraban con las loas al fordismo y a las potencialidades -no pocas- de la redistribución, la propia derrota de sus originales ideas socialistas, y las enmascaraban como victorias. Lo dicho no quita peso a las importantes conquistas que suponen el estado social, pero al menos coloca la cuestión en sus justos términos. Lo que es una transacción es una transacción y no hacer huir al enemigo.
Esa es la razón última, a mi parecer, de que la izquierda abandonara al fordismo el terreno de batalla. Un terreno de batalla en
Publicar un comentario