martes, 19 de junio de 2012

"MENOS MARXISMO Y MÁS COJONES"



Homenaje a Pahíño


Conversación en torno al capítulo 13. LA RESPUESTA DE GRAMSCI




Querido Paco, Togliatti pone en marcha la operación cultural y política de reivindicar a Gramsci. En España no fue así. Es decir, el rescate de Gramsci viene, en Italia, promovido por la máximo autoridad del partido, encargado a intelectuales prestigiosos la publicación de sus obras. La referencia teórica es Gramsci para los comunistas italianos, una influencia que sobrepasa en mucho el territorio del partido. En España no ocurre lo mismo. Es más, son algunos intelectuales marxistas quienes traducen, comentan y difunden las obras de nuestro amigo sardo: Manuel Sacristán, Jordi Solé Tura y Paco Fernández Buey, además de la presencia constante de Gramsci en la obra de Manuel Vázquez Montalbán. Lo que era bastante sorprendente dado el secano teórico que tuvo históricamente el comunismo español: aquí los libros de texto eran el naïf politzer y el dogmáticamente espeso afanasiev para la teoría, reservándose al rudo nikitin las enseñanzas sobre la economía. Así es que citar a Gramsci, durante mucho tiempo, era considerado poco más que un esnobismo frente a la cita viril de Lenin.

Por ello no conviene extrañarse de lo que narraba Manolo Vázquez Montalbán. Nuestro amigo fue a una reunión de intelectuales en Francia (clandestina, por supuesto) con la dirección del partido. Pues bien, en un momento dado, un miembro del Ejecutivo (no recuerdo ahora si era Eduardo García o Agustín Gómez) les espetó a la crema de la intelectualidad comunista: “Camaradas, menos marxismo y más cojones”. Lo que, desgraciadamente, parece tener una  involuntaria  relación con lo que contó el famoso Pahíño (un delantero centro del Real Madrid y posteriormente del Granada).  Dice que, en los minutos previos a su debut con la selección en Suiza (1948), el jefe de la expedición, el militar Gómez Zamalloa, irrumpió en el vestuario para lanzar una arenga y dejar una sentencia que definió durante décadas al deporte español: “¡Y ahora, señores, cojones y españolía!”. Reirse del militarote –y leer a Dostoyewsky— le costó a Pahíño no ser convocado nunca más por  (la que todavía no se llamaba) “la roja”.  No importa, fue un mito.    

Cambiando de tercio: nuestro autor, analizando críticamente las grandes movilizaciones de los consejos obreros (1919 – 1920) habla de la dificultad que tuvieron en buscar, sin conseguirlo, una estrategia unificadora. Salvando las distancias y viendo las cosas de hoy, creo que en estas movilizaciones sostenidas de un par de años a esta parte se ha dado un salto de gran interés: hace dos años todo lo que estaba en movimiento era un conjunto de retales bastante dispersos; ahora bien, desde hace unos meses parece que existe, forzados por el ataque sin contemplaciones y general, un cierto embrión unificante que va desde el sindicalismo confederal hasta tal o cual movimiento social o ciudadano. Falta saber si la actual gelatinosidad se transforman (la transforman, quiero decir) en algo que tenga solidez. Ya veremos qué ocurre y si existe ese sastre colectivo capaz de enhebrar todos los retales. Ojalá.

Mis saludos, ya casi veraniegos, JL 


Habla Paco Rodríguez de Lecea 

Yo tuve un aterrizaje un tanto tardío en el movimiento obero, querido José Luis, después de pasar por la universidad franquista, de modo que en mi formación teórica no entraron ni Politzer, ni Afanasiev, ni Nikitin. De lo único que llegué a participar fue de aquellos cuadernos teóricos de marxismo de doña Marta Harnecker. Como por motivos de seguridad había ocultado ese tipo de tesoros en los recovecos más complicados e inaccesibles de mi biblioteca, hace algunos años encontré haciendo limpieza las dos viejas carpetas de folios ciclostilados comidas por los pececitos de plata, esos bichos tragones con antenas que se conocen como lepismas en el lenguaje científico convencional. No me quedó ni el minúsculo placer de confrontar el texto con mis recuerdos; sólo pude medir cuánto habíamos envejecido el uno y los otros, por los estragos de los lepismas.

Pero quiero decirte una cosa, sin perjuicio de lo que cuentas de Pahíño. Fuera quien fuese el camarada del Ejecutivo que lanzó aquella arenga en la reunión clandestina de París que citaba Manolo Vázquez Montalbán, estaba traduciendo al lenguaje cutre un pensamiento genuinamente gramsciano, a saber: debemos oponer al pesimismo de la inteligencia el optimismo de la voluntad. (Todo el mundo sabe en qué órgano masculino reside el motor primero de la voluntad.) Y la frase trae resonancias de otra muy célebre del mismísimo Carlos Marx: los filósofos han interpretado el mundo, ahora se trata de cambiarlo. Antonio Quijada habría dicho lo mismo de una manera más elegante y metafórica: “¡Menos ponencias, compañeros, y al turrón!” En todo caso la frase que colocas como frontispicio de nuestra conversación, para merecer ser grabada en bronces imperecederos, necesitaría un pequeño retoque para soslayar cualquier acusación de incorrección política: «¡Menos marxismo y más cojones y ovarios, camaradas!» Así, sí.

Mientras, el lector encontrará en este capítulo algunas consideraciones acerca de las formulaciones de Gramsci realizadas al calor del movimiento consejista de 1919-20. Resultan sorprendentemente actuales, como el mismo Trentin señala. La crisis económica profunda motivada por el agotamiento (provisional) de la acumulación monopolista como instrumento del capital para mantener unas tasas de beneficio elevadas; la polémica dentro de la izquierda con los mantenedores de tesis catastrofistas, para las cuales el socialismo surgiría y se afirmaría sobre la debacle del capitalismo en ruinas; el fracaso de la vieja hipótesis de una formación espontánea de la conciencia de clase a partir de la simple evidencia de la contradicción entre el trabajo y el capital; la nueva concepción del partido político como escuela de esa conciencia de clase en formación y como momento culminante de encuentro y de síntesis de las experiencias de los trabajadores manuales y de los intelectuales (en el sentido gramsciano de esta palabra); la forja paciente de instrumentos idóneos para permitir a la clase obrera y sus aliados disputar la hegemonía (también en su sentido gramsciano: hegemonía material e ideal, política y cultural, rotunda, total) al capital. Todo lo cual, como en los folletines más acreditados, continuará en el próximo capítulo. Paco

JLLB

Querido Paco, bastantes adulteraciones ha tenido el marxismo a lo largo de la historia para que un servidor añada otra; me refiero a darle un actual contenido de género (con la inclusión de los ovarios) al eructo teórico del camarada de la dirección, fuese quien fuese. Así es que, para no darle un contenido revisionista, dejemos la frase en el vínculo entre el marxismo y los cojones. Saludos, JL

  

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