Homenaje a Pahíño
Conversación en torno al capítulo 13. LA RESPUESTA DE GRAMSCI
Querido Paco, Togliatti pone en marcha la operación cultural y política de reivindicar a Gramsci. En España no fue así. Es decir, el rescate de Gramsci viene, en Italia, promovido por la máximo autoridad del partido, encargado a intelectuales prestigiosos la publicación de sus obras. La referencia teórica es Gramsci para los comunistas italianos, una influencia que sobrepasa en mucho el territorio del partido. En España no ocurre lo mismo. Es más, son algunos intelectuales marxistas quienes traducen, comentan y difunden las obras de nuestro amigo sardo: Manuel Sacristán, Jordi Solé Tura y Paco Fernández Buey, además de la presencia constante de Gramsci en la obra de Manuel Vázquez Montalbán. Lo que era bastante sorprendente dado el secano teórico que tuvo históricamente el comunismo español: aquí los libros de texto eran el naïf politzer y el dogmáticamente espeso afanasiev para la teoría, reservándose al rudo nikitin las enseñanzas sobre la economía. Así es que citar a Gramsci, durante mucho tiempo, era considerado poco más que un esnobismo frente a la cita viril de Lenin.
Por ello no conviene extrañarse de lo que narraba
Manolo Vázquez Montalbán. Nuestro amigo fue a una reunión de intelectuales en
Francia (clandestina, por supuesto) con la dirección del partido. Pues bien, en
un momento dado, un miembro del Ejecutivo (no recuerdo ahora si era Eduardo
García o Agustín Gómez) les espetó a la crema de la intelectualidad comunista:
“Camaradas, menos marxismo y más cojones”. Lo que, desgraciadamente, parece
tener una involuntaria relación con lo que contó el famoso Pahíño (un delantero
centro del Real Madrid y posteriormente del Granada). Dice que, en los minutos previos a su debut
con la selección en Suiza (1948), el jefe de la expedición, el militar Gómez
Zamalloa, irrumpió en el vestuario para lanzar una arenga y dejar una sentencia
que definió durante décadas al deporte español: “¡Y ahora, señores, cojones y
españolía!”. Reirse del militarote –y leer a Dostoyewsky— le costó a Pahíño no
ser convocado nunca más por (la que
todavía no se llamaba) “la roja”. No importa, fue un mito.
Cambiando de tercio: nuestro autor, analizando
críticamente las grandes movilizaciones de los consejos obreros (1919 – 1920)
habla de la dificultad que tuvieron en buscar, sin conseguirlo, una estrategia
unificadora. Salvando las distancias y viendo las cosas de hoy, creo que en
estas movilizaciones sostenidas de un par de años a esta parte se ha dado un
salto de gran interés: hace dos años todo lo que estaba en movimiento era un
conjunto de retales bastante dispersos; ahora bien, desde hace unos meses
parece que existe, forzados por el ataque sin contemplaciones y general, un
cierto embrión unificante que va desde el sindicalismo confederal hasta tal o
cual movimiento social o ciudadano. Falta saber si la actual gelatinosidad se
transforman (la transforman, quiero decir) en algo que tenga solidez. Ya
veremos qué ocurre y si existe ese sastre colectivo capaz de enhebrar todos los
retales. Ojalá.
Mis saludos, ya casi veraniegos, JL
Habla Paco Rodríguez de Lecea
Yo tuve un
aterrizaje un tanto tardío en el movimiento obero, querido José Luis, después
de pasar por la universidad franquista, de modo que en mi formación teórica no
entraron ni Politzer, ni Afanasiev, ni Nikitin. De lo único que llegué a
participar fue de aquellos cuadernos teóricos de marxismo de doña Marta
Harnecker. Como por motivos de seguridad había ocultado ese tipo de tesoros en
los recovecos más complicados e inaccesibles de mi biblioteca, hace algunos
años encontré haciendo limpieza las dos viejas carpetas de folios ciclostilados
comidas por los pececitos de plata, esos bichos tragones con antenas que se
conocen como lepismas en el lenguaje científico convencional. No me quedó ni el
minúsculo placer de confrontar el texto con mis recuerdos; sólo pude medir
cuánto habíamos envejecido el uno y los otros, por los estragos de los
lepismas.
Pero quiero
decirte una cosa, sin perjuicio de lo que cuentas de Pahíño. Fuera quien fuese
el camarada del Ejecutivo que lanzó aquella arenga en la reunión clandestina de
París que citaba Manolo Vázquez Montalbán, estaba traduciendo al lenguaje cutre
un pensamiento genuinamente gramsciano, a saber: debemos oponer al pesimismo de
la inteligencia el optimismo de la voluntad. (Todo el mundo sabe en qué órgano
masculino reside el motor primero de la voluntad.) Y la frase trae resonancias
de otra muy célebre del mismísimo Carlos Marx: los filósofos han interpretado
el mundo, ahora se trata de cambiarlo. Antonio Quijada habría dicho lo mismo de
una manera más elegante y metafórica: “¡Menos ponencias, compañeros, y al
turrón!” En todo caso la frase que colocas como frontispicio de nuestra
conversación, para merecer ser grabada en bronces imperecederos, necesitaría un
pequeño retoque para soslayar cualquier acusación de incorrección política:
«¡Menos marxismo y más cojones y ovarios, camaradas!» Así, sí.
Mientras, el
lector encontrará en este capítulo algunas consideraciones acerca de las
formulaciones de Gramsci realizadas al calor del movimiento consejista de
1919-20. Resultan sorprendentemente actuales, como el mismo Trentin señala. La
crisis económica profunda motivada por el agotamiento (provisional) de la
acumulación monopolista como instrumento del capital para mantener unas tasas
de beneficio elevadas; la polémica dentro de la izquierda con los mantenedores
de tesis catastrofistas, para las cuales el socialismo surgiría y se afirmaría
sobre la debacle del capitalismo en ruinas; el fracaso de la vieja hipótesis de
una formación espontánea de la conciencia de clase a partir de la simple
evidencia de la contradicción entre el trabajo y el capital; la nueva
concepción del partido político como escuela de esa conciencia de clase en
formación y como momento culminante de encuentro y de síntesis de las
experiencias de los trabajadores manuales y de los intelectuales (en el sentido
gramsciano de esta palabra); la forja paciente de instrumentos idóneos para
permitir a la clase obrera y sus aliados disputar la hegemonía (también en su
sentido gramsciano: hegemonía material e ideal, política y cultural, rotunda,
total) al capital. Todo lo cual, como en los folletines más acreditados,
continuará en el próximo capítulo. Paco
JLLB
Querido Paco, bastantes adulteraciones ha tenido el
marxismo a lo largo de la historia para que un servidor añada otra; me refiero
a darle un actual contenido de género (con la inclusión de los ovarios) al
eructo teórico del camarada de la dirección, fuese quien fuese. Así es que,
para no darle un contenido revisionista, dejemos la frase en el vínculo entre
el marxismo y los cojones. Saludos, JL
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