Es
necesario que la decisión que se tome sobre la ampliación del aeropuerto de
Barcelona sea consensuada y con punto de vista fundamentado. En ese sentido
sobra la agitación y la propaganda tanto de unos como de otros. Por ejemplo, la
portavoz del gobierno afirmó que la ampliación se traducirá «en 365.000 empleos
totales»; a continuación Aena responde que ´menos lobos, señor cura´ y lo
reduce a 185.000 empleos. Casi la mitad. Por lo que uno de los argumentos
estrella, la creación de puestos de trabajo, no coincide, por su disparatado margen,
según hable el gobierno o Aena. Un poco de formalidad. Por otra parte,
determinadas fuerzas políticas, dentro o fuera del gobierno, rechazan por
motivos diversos las obras en cuestión.
Unos
la rechazan porque hay que estar en contra de todo, incluido el sistema métrico
decimal. Otros –de la órbita gubernamental--
tendrán que aclarar si están en contra de la ampliación porque hay
ampliación o, según ellos, por una pésima relación de ello con el entorno medio—ambiental.
De
ahí que, lo decimos enfáticamente, la decisión a tomar sea fruto de un proceso
de debate y negociaciones, incluidos los agentes sociales como reclama Javier Pacheco.
Dicho
lo cual me queda un cierto regomello en el cuerpo: 1) proyectos, proyectos,
proyectos que, por lo general, no tiene un vínculo entre sí ni tampoco con un
planteamiento general. Me explico: se siguen haciendo cosas absolutamente
desvinculadas de un proyecto general del territorio, que no existe; 2)
Barcelona tiene que aspirar a ser todo lo máximo que pueda ser, no a todo lo
máximo que quiera ser; de manera que Barcelona debería consumir una fuerte dosis
de píldoras de sobriedad.
Aquí
también vale la máxima de «lo primero es antes».
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