Nuria Coronado entrevista a Lluís Rabell. Metiendo bulla se congratula de publicar tan importantes declaraciones.
“El triunfo del deseo como fuente de derecho es el
triunfo del sadismo social bajo la tiranía de los poderosos”
Entrevista La
Hora Digital (Nuria Coronado Sopeña)
“Un cambio de
época que plantea una encrucijada civilizatoria”. Así define el exlíder del
grupo parlamentario de Cataluña sí se Puede la que se nos viene encima con la
identidad de género y quienes pretenden “sustituir los derechos humanos por los
derechos sentidos”. La certeza de Lluís Rabell es tal que recalca cómo “nos
hallamos ante el esbozo inquietante de una distopía” que en nada tiene que ver
“con el desvarío de una mente enfermiza o con una conspiración”.
Y es que para
este militante de la izquierda el patriarcado no va a dar su brazo a torcer
ante el avance político que supone el feminismo. “Podemos tener la sensación de
un retorno a tiempos pretéritos, en la medida que son puestos en cuestión
derechos trabajosamente conquistados por el movimiento feminista e incluso
conocimientos sólidamente establecidos por la ciencia. A través de la
Conferencia Mundial sobre la Mujer de Beijing, en 1995, el feminismo del siglo
XX planteó una ambiciosa agenda mundial en favor de la igualdad, poniendo de
relieve el valor universal de sus postulados y su tremendo potencial
transformador”.
Un impulso
que como recalca este reconocido pensador se cruzó con dos fenómenos que lo
ponen en jaque: “el hundimiento de las grandes utopías de emancipación que
marcaron el siglo de octubre, que diría el maestro Josep Fontana, y el triunfo
de la globalización neoliberal. Las aspiraciones feministas no sólo encontraron
viva resistencia entre las fuerzas más conservadoras, sino que fueron y están
siendo objeto de una virulenta reacción. Amelia Valcárcel dice que todo cambio
de época conlleva una nueva definición del semblante de la mujer. Los
desarrollos del tecno-capitalismo y la atomización de nuestras sociedades
constituyen el marco de una alianza reconfigurada entre el capital y el
patriarcado. Las legislaciones transgeneristas se inscriben en un esfuerzo
sostenido por reconducir las mujeres a nuevas servidumbres y desarticular su
movimiento histórico”.
·
El pie en el
acelerador para convertir en identidades los estereotipos más añejos solo tiene
un final y es el del siniestro total. ¿No tenemos remedio?
Sin duda
alguna, transformar los estereotipos sexistas en identidades constituye
una tentativa de naturalizar y hacer incuestionables las pautas culturales del
orden patriarcal. Pero eso sólo puede funcionar sobre el terreno
abonado por décadas de neoliberalismo e individualismo exacerbado. El triunfo
del deseo como fuente de derecho es el triunfo del sadismo social bajo la
tiranía de los poderosos. En su reciente investigación sobre la expansión de la
industria pornográfica, Rosa Cobo evoca la idea de un relevo en las élites del
patriarcado con la llegada de unos nuevos bárbaros.
La opresión
estructural de la mujer siempre ha sido funcional al capitalismo. La propia construcción y
sometimiento del proletariado fue inseparable de la violenta construcción de
una esfera privada donde recluir a la mujer, adscrita a los cuidados y a la
reproducción de la fuerza de trabajo. El feminismo lleva siglos combatiendo esa
opresión y cuanto conlleva. El capitalismo global ha encontrado grandes fuentes
de negocio en la explotación de la mujer, no sólo en términos laborales, sino
en la mercantilización de su cuerpo: a través de la prostitución, la
pornografía o los vientres de alquiler. Pero pretende ir más lejos aún. La
crisis de las democracias hace entrever un nuevo orden social, sometido al
dictado de las grandes corporaciones. Y eso implica fuertes jerarquías y
desagregación de la sociedad civil. Con una izquierda hoy por hoy desnortada,
la resistencia feminista es el obstáculo a batir.
·
Lo queer cala
por dos motivos: por el vil metal de los lobbies que están detrás y por ser un
movimiento de hombres imponiendo a las mujeres el poder. ¿Tanto monta, monta
tanto?
Lo queer
arrasa por razones materiales y culturales. A estas alturas, ya es difícil
ocultar que hay poderosos intereses económicos en la promoción mundial del
transgenerismo. La investigadora feminista Elena Armesto afirmaba que la industria de la identidad de género ha
pasado de valer 800 millones de euros anuales a más de 3 billones en solo cinco
años. Pero no se trata sólo de un puro interés
mercantil por parte de clínicas e industrias farmacéuticas, sino de moldear la
sociedad. En las élites que impulsan el transgenerismo es perceptible una
fuerte pulsión transhumanista. En realidad, la fase última del sueño de
dominación patriarcal.
Los varones
han sometido a las mujeres, han controlado sus cuerpos, sus vidas… Pero, la
calidad de gestantes que poseen las hembras de la especie humana mantenía,
inaccesible a los hombres, una terra ignota en las entrañas de las
mujeres. Los avances científicos y tecnológicos permiten concebir por
fin un dominio absoluto. El hombre podría gestar, podría vivir en la
ambivalencia o la fluidez, emancipado de los dictados de la biología.
Es un delirio destructor de la humanidad. De modo más inmediato, lo queer
triunfa porque permite dar rienda suelta a la misoginia, muchas veces
contenida por los imperativos de lo políticamente correcto. Y, por si fuera
poco, hacerlo desde un discurso pretendidamente progresista.
·
¿El
patriarcado está dando palmas por ello?
No es sólo
que esté dando palmas. Es que el transgenerismo representa una corriente
antifeminista y patriarcal. Las feministas que se oponen a las leyes trans
están siendo hostigadas tristemente desde las propias filas de la izquierda
bajo la acusación de compartir discurso con la extrema derecha. Todo lo
contrario: es el transgenerismo quien comparte imaginario con la
derecha más retrógrada. Es su imagen invertida. La extrema derecha
dice que hay niños y niñas, y que a cada sexo corresponden determinados gustos,
características, modos de comportarse, etc., a los que deben amoldarse. El
transgenerismo nos dice que tales pautas constituyen identidades definitorias
del sexo que, a veces, aterrizan en cuerpos equivocados.
En lugar de
cuestionar las imposiciones sociales, el transgenerismo cuestiona los cuerpos
de niños y adolescentes. ¿Nadie se sorprende de que en países donde los
derechos de la mujer están bajo mínimos prosperen legislaciones
transgeneristas? ¿No habrá acaso familias que prefieran corregir, a base
de hormonas y bisturí, un “error de la naturaleza” antes que aceptar un hijo
homosexual o una hija lesbiana? Las adolescentes que expresan el deseo de
transicionar, ¿no lo hacen muchas veces acaso ante el agobio insoportable que
suponen los mandatos patriarcales sobre su forma de vivir?
·
Retomo una
frase de Lidia Falcón y es la que explica que ser mujer no es un sentimiento
sino pura desigualdad: “las bofetadas se las dan a las mujeres, no al
género”.
Efectivamente,
las bofetadas se las llevan las mujeres y los crímenes de honor, las
violaciones, las mutilaciones genitales… Los mandatos patriarcales con sangre
entran. En estos momentos asistimos a un fenómeno mediático perverso. Últimamente,
parece haber un repunte de agresiones homófobas. Alguna de tal violencia que ha
segado la vida de un muchacho. Estos crímenes han desatado una oleada
de indignación en todo el país. Una reacción sin duda muy saludable,
pero que contrasta con una llamativa apatía social ante las decenas de
asesinatos de mujeres de los últimos meses, relatados casi ya como
sucesos por los medios de comunicación. Nos estamos acercando a lo que Slavoj
Zizek llama “el nivel cero de violencia”: aquella que ha permeado tan
profundamente la sociedad que ni siquiera es percibida como tal
violencia.
Tras años de
esfuerzo de las feministas para que se llame a las cosas por su nombre, la
violencia machista podría acabar siendo de nuevo “doméstica”. Alicia Miyares distingue
acertadamente entre la opresión de la mujer, que es estructural, inherente al
patriarcado en todas sus variantes… y la discriminación prejuiciosa que sufren
las personas LGTBI. Desde luego, todo crimen es intolerable. Y ningún
movimiento como el feminismo ha luchado contra una y otra. El
tratamiento informativo al que me refiero es revelador de una voluntad de
difuminar la opresión.
·
¿Este caballo
de Troya es aún más nocivo que el negacionismo de la violencia machista?
No sabría
decir qué resulta más nocivo. La combinación de ambas cosas resulta, desde
luego, terrible. La dominación patriarcal es la tiranía de los varones
sobre las mujeres. Si el sexo deviene un “espectro”, si finalmente es
tan “performativo” como el género tal y como dice Judith Butler, esa tiranía se
diluye y toda rebeldía contra sus imposiciones deja de tener sentido. La
negación del sexo biológico es algo tan oscurantista como el creacionismo o el
terraplanismo. Pero sus consecuencias jurídicas son enormes.
Todos los
avances legislativos en favor de la igualdad – no sólo entre hombres y
mujeres, sino también por cuanto se refiere a los derechos civiles de gays y
lesbianas -, parten de la relevancia del sexo y de la necesidad de
erradicar los prejuicios a él asociados. Las leyes sobre “autodeterminación de
género” – fórmula engañosa que se refiere en realidad al cambio de
sexo registral sin condiciones – constituyen en ese sentido un torpedo
dirigido a la línea de flotación de las conquistas feministas. Sin mejorar
por ello la situación de los adolescentes aquejados de disforia – necesitados
de una atención profesional que esas leyes pretenden impedir, sobre todo si el
único alivio a su situación acaba siendo una “reasignación”. El corolario del
planteamiento transgenerista es la banalización de tratamientos con graves – y
aún mal conocidos – impactos sobre la salud física y emocional de las personas
que se someten a ellos.
·
¿A nadie le
parece sospechoso que se nos quiera hacer creer que, en el camino de la
emancipación, el principal obstáculo sean las feministas?
La
resistencia del feminismo a “los bárbaros del patriarcado” constituye en estos
momentos una batalla decisiva en la que se juega el semblante de nuestra
sociedad. La agenda feminista es profundamente revolucionaria. No habrá
progreso social duradero, si esa agenda no triunfa. No puede haber una
sociedad democrática avanzada coexistiendo con la esclavitud sexual, la
erotización de la violencia sobre las mujeres o su explotación reproductiva.
Desgraciadamente, tenemos un Ministerio de la Igualdad, que sería más
apropiado llamar de la diversidad, que no hace bandera de esa agenda.
Si fuera el
caso, todos los ministerios – desde Trabajo hasta Justicia, pasando por
Interior, Educación, Asuntos Sociales o Economía – estarían sacando humo para
ocuparse de las problemáticas, tan acuciantes como mal atendidas, de más de la
mitad de la población. En lugar de eso, tenemos una campaña destinada a engañar
a la opinión pública, presentando como progresista lo que en realidad
constituye un ataque frontal contra esos “derechos frágiles” de las mujeres a
que se refiere Gemma Lienas, destacada feminista que, como muchas otras, es
objeto de una virulenta campaña de insultos y calumnias por parte del
transactivismo.
·
¿Qué te
parece la devoción de la supuesta izquierda por personajes que dan vergüenza
ajena?
Las
izquierdas están profundamente desorientadas. En las filas de la
socialdemocracia se ha manifestado una mayor reacción frente al fenómeno queer;
ha habido un mayor apego a la tradición del feminismo. Sin embargo, ya sea por
una suerte de pragmatismo mal entendido o por una incomprensión de lo mucho que
hay en juego, los arbitrajes en el gobierno progresista se han
decantado a favor del transgenerismo. Su vocabulario y sus postulados
se vierten ya en gran parte de la producción legislativa estatal – por no
hablar de las leyes y protocolos de ámbito autonómico. Veremos lo que pasa en
el próximo congreso del PSOE.
La izquierda
alternativa, por su parte, ha hecho de esta cuestión su bandera. En el fondo,
la falta de perspectiva estratégica, la pérdida de referencia en la lucha de
clases, las derivas populistas… han llevado a esta izquierda a
encandilarse con la retórica transgresora y disruptiva de fenómenos más
cercanos a la descomposición ideológica que a cualquier forma de rebeldía
contra la injusticia. Pero ninguna performance acabará con el
patriarcado, ni logrará rebasar al capitalismo. Me temo que no nos ahorraremos
una convulsa y larga crisis en las izquierdas. No es posible entender la lucha
emancipadora del socialismo sin abrazar decididamente la causa del feminismo.
·
¿Y los
hombres a verlas venir?
Exactamente.
Por eso como hombre, me toca dirigirme a los hombres. Y, como militante de
izquierdas, a los hombres de izquierdas en primer lugar. ¡Señores hay que
mojarse! Hay que salir de esa zona de confort desde la cual comentamos con
desenvoltura estas controversias como “debates complejos, sobre los que las
propias feministas no se ponen de acuerdo”. Ese es el confort de los
privilegios patriarcales que nos permite incluso deleitarnos con la “lucha en
el barro” entre mujeres. Esto va con nosotros. Va con el futuro de
nuestras hijas e hijos. Y va con nuestra responsabilidad. El feminismo
dice cosas distintas a las mujeres y a los hombres. A ellas, las llama a tomar
consciencia de su opresión y a levantarse. A nosotros nos conmina a
decidir si queremos seguir formando parte de una fratría… de la que no
cabe sentirse orgullosos. Es hora de prestar atención al feminismo.
Lluís RABELL
31/07/2021
Entrevistadora: Nuria
Coronado Sopeña es periodista, conferenciante y formadora en
comunicación no sexista. Además es autora de Mujeres de Frente y Hombres por la Igualdad (Editorial
LoQueNoExiste); Comunicar en Igualdad (ICI), documentalista
de Amelia, historia de una lucha (Serendipia) y
Premio Atenea 2021 @NuriaCSopena
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