¿Hay
movimientos en el interior del Partido Popular? Y si la respuesta es
afirmativa, ¿qué orientación llevan? De momento todo son especulaciones en los
mentideros, peluquerías unisex y baretos de medio pelo.
La
cosa viene a cuento porque los periódicos, tras la Conferencia de Salamanca,
han prestado atención a ciertos chicoleos entre Núñez
Feijóo y Díaz Ayuso: gallego él,
madrileña ella. Al primero se le atribuye una cierta fama de pragmatismo y
prudencia; sostienen algunos que ella rima en consonante con lo más ultra de
las derechas domésticas. Vamos a ver, esos chicoleos no se han producido porque
sí, ni sin motivo. Y podría establecerse la arriesgada hipótesis de que el
objetivo central no era apuntar contra la «ilegitimidad» de Pedro Sánchez. Si tal fuera a ese encuentro
galaico—matritense habrían sido invitados el resto de los presidentes peperos. Así pues, el motivo no podía
ser otro que el análisis de la situación del partido y, más concretamente, de la
capacidad de liderazgo de Pablo
Casado. Y lo han hecho las personas con mayor desenvoltura en el partido
y menor dependencia del grupo dirigente central. Los entorchados pesan.
Por
lo menos el gallego y la madrileña habrán coincidido en el estado de la cuestión:
desde la elección de Casado como primer espada del partido están cayendo chuzos
en punta en España; todos los sueños de Casado se han quedado en agua de
borrajas. Lo que está provocando un itinerario errático de la dirección del PP.
Un botón de muestra: la recogida de firmas contra los indultos, al parecer, se
ha archivado. O sea, primero hubo un calentón de bragueta para, después, acabar
en gatillazo.
El
de Compostela y la de Madrid han sacado ambos dedos para ver por do viene el
viento: de momento todos los indicios apuntan a recuperación de la economía.
Mala noticia para los mechinales de la calle Génova. Lo peor –podría decir la
pareja-- es la incompetencia de Casado y
sus alrededores.
Movimientos
en el Partido Popular. En Salamanca uno y otra habrían hablado de algo que no
conviene a Pablo Casado. Es decir, el lenguaje del abanico de la pareja más
influyente de su partido.
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