miércoles, 18 de noviembre de 2020

Meditaciones desde mi ambulancia (7)


 

Los gobiernos de Hungría y Polonia están dispuestos a vetar los fondos europeos destinados a luchar contra la crisis que está creando el coronavirus. Es, según sabemos, una medida de presión para que la Unión Europea haga la vista gorda por el quebrantamiento del Estado de derecho en esos países. Un chantaje en toda regla. Lo curioso del asunto es que Polonia y Hungría son los principales beneficiados de dichos fondos. De ahí que algunos analistas hayan dicho que se trata de un farol. Tres cuartos de lo mismo que el «farol» que según Clara Ponsati montaron con el 1 de Octubre de 2017 los suyos, los independentistas catalanes.

No sabemos si los gobiernos polacos van a por todas en ese órdago: la UE tiene suficientes mecanismos para poner en marcha los fondos y dejar a los faroleros con el culo en poder de los pepinos amargos. En todo caso, tales maniobras pueden crear un clima de cierto enrarecimiento en Europa. Justamente en unos momentos un tanto críticos en los Estados Unidos tras la actitud grotescamente levantisca del perdedor de las elecciones presidenciales. Más todavía, en paralelo al acuerdo que las principales economías del Pacífico asiático han firmado un tratado de comercio de extraordinaria importancia.

El asunto no es para tomarlo a broma. Entre otras razones porque a los dirigentes húngaros y polacos parece importarles un comino las consecuencias de sus actos, tanto los de tipo doméstico como los europeos. 

Jacques—Bénigne Bossuet decía que «Dios se ríe de los hombres que se quejan de las consecuencias, y en cambio consienten sus causas». Pierre Rosanvallon llamó a esos comportamientos la paradoja de Bossuet.  En cierto sentido los gobernantes del farol –mitad húngaro, mitad polaco--  intuyen que también en este caso funcionará la paradoja de Bossuet, el famoso clérigo absolutista de la Francia de Luis XIV.

La ambulancia sigue su camino.

Son meditaciones a la altura de la Ocata de Gregorio Luri, un profesor de filosofía que tiene el coraje de defender a intelectuales tan alejados de la izquierda como Donoso Cortés y Menéndez Pelayo. Mis respetos al filósofo de Ocata.

De vuelta a Pineda de Marx. Y le doy vueltas a la cabeza: todo indica que ha reaparecido en el PSOE un grupo de perturbadores de alto coturno. Señalo como principal pregonero a Felipe González. Es el hombre que lo tuvo todo. Y que –en la Vega granadina dirían «ley de vida»--   a medida que pasaba el tiempo, ya  fuera del poder, perdía la compostura porque gradualmente se le iban escapando las discontinuidades, grandes y pequeñas, del nuevo paradigma de la reestructuración y reconversión de los aparatos productivos y de servicios, la aparición de nuevos sujetos políticos, inéditos y sorprendentes para su sentido del orden de las cosas. Debió percibir en un momento dado que su voz ya no era escuchada con reverencia y, más tarde, posiblemente con indiferencia. Había dejado de ser el Dios que construyó Txiqui Benegas.   

Así las cosas, genio y figura, decidió seguir hablando con los mismos acentos que cuando gobernaba. Pero eso ya no cuadraba con el tránsito hacia el post fordismo. Felipe González hablaba con el tecleteo de la Olivetti, no con el ordenador personal. Discurría analógicamente, despreciando los significantes digitales. Felipe González está desubicado.

Así las cosas, es de cajón que ese hombre arremeta contra Pedro Sánchez. Es un hombre de otros tiempos, que no quiere aprender lo que está pasando. Pero ahora es archivo de descortesía y proveedor de citas de autor para uso –queriendo o sin querer--  de las derechas de secano y orinal. Estaría mejor, reposando, en su particular Colombey les deux Églises.

Por fin en casa. Otro día más, otro día menos. La ambulancia sigue su ruta con otros pacientes.

 

Post scriptum.--- «Lo primero es antes», docet don Venancio Sacristán.

 

No hay comentarios: