Todo da a entender que la cosa americana tiene cuerda para rato. La actitud cerrilmente obstruccionista de Trump impide que se haga oficial el recuento del martes. Dice El Periódico: «Trump embarra el recuento electoral». Un panorama balcanizado, según afirma Massimo Cavallini en la revista Striscciarossa (1). El argumento de ese Trump es uno de los paralogismos más grotescos que se han dado en la política: ´hay fraude y voy ganando´. Lo que da pie a que algunos comentaristas hayan dicho que la cosa puede «durar días o quién sabe meses», señala Oriol Bertomeus, en Próleg (2).
Cuando
se haga oficial el resultado electoral intentaré, dentro de mis modestas
posibilidades, dar mi parecer. En todo
caso, sea cual sea el resultado, tenemos pendientes una serie de reflexiones
encadenadas. Que, entre otras y como mínimo, son las siguientes: el
comportamiento de sectores la clase trabajadora blanca en el llamado ´cinturón
del óxido´; miles de mexicanos votando por Trump en el sur de Texas con la idea
de que se frene la llegada de compatriotas a los USA; mujeres que no se sienten
agredidas por las actitudes machistas de Trump… Inquietudes que han salido en
una conversación con Manuel Gómez Acosta,
siempre atento a las situaciones microscópicas. Son temas que, por supuesto,
van más allá del comportamiento electoral de eses colectivos en los Estados
Unidos. Para dicha situación y nuestros propios asuntos –reitero--
la izquierda tiene pendiente esas cuestiones.
Lo que sí estamos en condiciones de afirmar es, de momento, lo que sigue. Si Trump vuelve a tener la vara alta tendríamos, como mínimo, las siguientes consecuencias: 1) el incremento de la exportación de los USA al mundo entero de toda la casquería tóxica del Made in Trump; 2) la agravación de los conflictos de ese país con la Unión Europea y China; y 3) con toda probabilidad Boris Johnson aprovechará la ocasión para poner unas condiciones más duras al brexit. Dios los cría y ellos se juntan.
En
todo caso, gane quien gane una cosa parece cierta: la cristalización, en los
USA, de dos sociedades mixtas --mestizas las dos-- con la agravación de nuevos
conflictos.
Las
casquerías tóxicas o lo que es lo mismo: el afianzamiento de las tendencias
populistas como alternativa a la derecha ilustrada; el uso del conflicto sin
reglas como substituto de las normas democráticas; la consolidación del
fundamentalismo religioso y del negacionismo, ambos de carácter violento.
Ni
qué decir tiene que, si gana Trump, la repercusión en el panorama español podría
ser tremenda. Y si pierde, la correspondencia entre Trump y la derecha
asilvestrada doméstica será el grito de «gobierno ilegítimo».
Punto
final. No quiero dejarme en el tintero una cosa que me inquieta: así las cosas,
podría darse la vuelta al sistema bipolar, es decir, a un nuevo—viejo paradigma
de reparto, con control de su inestabilidad, de las zonas de influencia en el
mundo entre Trump y Putin.
Matizado por la China, naturalmente.
Post
scriptum.--- La cafetera que
mayoritariamente tenemos en España fue diseñada por el ingeniero italiano Alfonso Bialetti en 1933. Queda dicho en su homenaje.
Seguro que en casa de don Venancio Sacristán la usaban también, al tiempo que
exclamaba: «Lo primero es antes».
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