1.---
El Gobierno acudió ayer al debate parlamentario en unas condiciones no
desfavorables a pesar del mal de ojo que le habían echado ciertos medios empeñados
en que su opinión publicada sea la opinión pública. A su vez, el PSOE se mantenía en cabeza con un ligero ascenso que
le pone por encima del 30 por ciento de intención de voto; el PP sigue sin despegar –a diez
puntos por debajo de aquel-- al tiempo
que observan cómo Ciudadanos
incrementa su espacio electoral. De ahí la irascibilidad de Casado casaseno que no da
una a derechas. Una derecha que, perpleja, no entiende lo que está sucediendo:
la mayor recesión económica desde la guerra civil con una posible caída del 10
por ciento del producto interior bruto. Y como no entiende nada está desoyendo
la opinión del 75 por ciento de la sociedad que pide a los partidos de la
oposición que apoyen al gobierno en estos tiempos tan terribles.
2.---
La obsesión de Casado es romperle el espinazo al gobierno. Pero, en las
actuales circunstancias, necesita tapar su poquedad ante la opinión pública; que
el calamar suelte toda la tinta posible para que la opinión publicada discurra
por la toxicidad que emiten las covachuelas de la calle Génova. Dicho y hecho. Mi amigo Orentino Alonso nos informa de la documentada opinión
de un amigo suyo: « Sorpresa, la CCAA de Madrid pone recurso contra el gobierno,
ante en TS por no pasar a la fase 1. Pero no pide medidas cautelarísimas. Con
ellas el alto tribunal debería pronunciarse en el plazo de 48 horas ¿Entonces
qué se persigue pasando a la fase 1?, parece que no, pues el asunto se alargará
en el tiempo al no solicitarlas, nada nuevo, ya lo imaginábamos. Y añado yo,
Orentino: Porque de pedirlas y no ser aceptadas o resuelto en cuarenta y ocho
horas no serviría para la estrategia de derribo». Reitero, tan drástica
e insólita medida (el recurso al Tribunal Supremo) lo que se busca
principalmente es distraer a la opinión pública con el reincidente fracaso de
Casado y su espolique, la minimalista presidenta de la comunidad de Madrid.
El gobierno entra en buenas
condiciones al debate de la prórroga de la alerta. Casado lo hace desde su bien
trabajada desventaja. Otra vez vuelve a escapársele Ciudadanos que, depende
cómo, puede soplarle en el cogote. Y otra vez tiene la gloria de compartir
posturas y postureos con sus diversos enemigos íntimos: las hachas de los
almogávares y los arcabuces de los Tercios de Flandes. A los que, en esta
ocasión, se les ha sumado el beato Joan Baldoví, que tal
vez ha entendido que la responsabilidad tiene sus límites.
3.--- El gobierno gana la votación. Pero dicho
resultado queda empañado por un mar de confusión: el acuerdo entre los grupos
parlamentarios del PSOE y Bildu sobre la reforma laboral ha provocado un
fenomenal disgusto en los sindicatos; una airada respuesta de la CEOE rayana en
la ruptura del diálogo social; el estupor del PNV que se percata del regalo del
gobierno a Bildu en pleno proceso electoral en el País Vasco; y el desconcierto
de la mitad del partido. Y lo peor de todo: la sensación –tal vez
exagerada-- de que Pedro Sánchez intenta
pactar con los romanos aquello que odian los cartagineses; y con los
cartagineses lo que no pueden ver ni en pintura los romanos. ¿Maestría? No, se
trata de sublimes pasteleos que en dos minutos se agrían y se convierten en bodrios.
4.--- Ha sido un traspiés de Pedro Sánchez. Winston
Churchill también metió la pata en ocasiones más importantes. Y en no menos
celebrados acontecimientos los dirigentes de las izquierdas también metieron el
remo hasta el corvejón.
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