«Los
dogmas y apriorismos económicos se han truncado (…). La gravedad de la crisis
ha cambiado a todos». Posiblemente es el discurso más importante en lo que
llevamos de año. Yolanda Díaz, de la escuela de esa izquierda que quiere construir
futuros lo menos imperfectos posibles. Es un mensaje que tiene mucha miga. Y,
que en mi opinión, se dirige a quienes están empeñados en sacar a este país de
la brutal crisis en la que estamos. Es, sobre todo, una llamada de atención a
cómo enfocar en lo concreto los grandes asuntos que están pendientes: el Pacto
por la Reconstrucción y todo el importante itinerario de la agenda social.
Yolanda Díaz viene a decirnos que, como todo está patas arriba, se hace
necesario mirar de otra manera, huir de las rutinas de antaño.
Entre
paréntesis: está claro que la Ministra no incluye en ese genérico todos a las
derechas del desasosiego y la subversión, sean éstas carpetovetónicas o
independentistas; las mesnadas de «Santiago y cierra España» y los boixos nois de Waterloo no se sienten
concernidas. Lo suyo es la subversión; su instrumento es la tenaza. Cerramos el
paréntesis.
Se
ha dicho con razón que «en el equipo titular hay ciertamente virtuosos y
tuercebotas, pero todos ellos están ahí, y quien gana o pierde la competición
no son ni las individualidades ni las distintas partes componentes. Gana o
pierde el equipo, el bloque, y la primera condición para la victoria es la de
juntar las líneas». Muy de acuerdo. Pero en esta ocasión –y sólo ahora-- me permito esta penúltima licencia: no
hablaré de los tuercebotas, pero a cambio aplaudo a dos mujeres –dos ministras
de tradiciones diversas— que son la ya
mencionada Yolanda Díaz y Nadia Calviño. La primera que tiene la tarea de reorientar el
desperfecto de los tuercebotas (esta será la última vez) en la última sesión
del Congreso de los Diputados; la segunda que tiene la difícil brega de
nuestros intereses en Bruselas. Yolanda que tiene en la mente un trabajo de
Hércules: dirigir el proceso conducente a un nuevo Estatuto de los
Trabajadores. Nadia que, en palabras de Lluis
Rabell, «quizá encarne el alma social—liberal del gobierno. Pero nadie sabe mejor que ella cómo se las
gasta la nomenclatura de Bruselas» (1). Otro paréntesis: me hago cruces con el
despilfarro con que los Comunes han tratado a Rabell. Por lo que se ve la
lucidez ciega los ojos de no pocos mediocres. Cierro el paréntesis.
En resumidas cuentas,
entiendo que las palabras de Yolanda Díaz son una sintética declaración de
intenciones. Sugiero que sus colegas de gobierno no se lo tomen a mal.
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