jueves, 21 de mayo de 2020

Pedro Sánchez: una de cal, otra de arena




1.--- El Gobierno acudió ayer al debate parlamentario en unas condiciones no desfavorables a pesar del mal de ojo que le habían echado ciertos medios empeñados en que su opinión publicada sea la opinión pública. A su vez, el PSOE se mantenía en cabeza con un ligero ascenso que le pone por encima del 30 por ciento de intención de voto; el PP sigue sin despegar –a diez puntos por debajo de aquel--  al tiempo que observan cómo Ciudadanos incrementa su espacio electoral. De ahí la irascibilidad de Casado casaseno que no da una a derechas. Una derecha que, perpleja, no entiende lo que está sucediendo: la mayor recesión económica desde la guerra civil con una posible caída del 10 por ciento del producto interior bruto. Y como no entiende nada está desoyendo la opinión del 75 por ciento de la sociedad que pide a los partidos de la oposición que apoyen al gobierno en estos tiempos tan terribles.

2.--- La obsesión de Casado es romperle el espinazo al gobierno. Pero, en las actuales circunstancias, necesita tapar su poquedad ante la opinión pública; que el calamar suelte toda la tinta posible para que la opinión publicada discurra por la toxicidad que emiten las covachuelas de  la calle Génova. Dicho y hecho. Mi amigo Orentino Alonso nos informa de la documentada opinión de un amigo suyo: « Sorpresa, la CCAA de Madrid pone recurso contra el gobierno, ante en TS por no pasar a la fase 1. Pero no pide medidas cautelarísimas. Con ellas el alto tribunal debería pronunciarse en el plazo de 48 horas ¿Entonces qué se persigue pasando a la fase 1?, parece que no, pues el asunto se alargará en el tiempo al no solicitarlas, nada nuevo, ya lo imaginábamos. Y añado yo, Orentino: Porque de pedirlas y no ser aceptadas o resuelto en cuarenta y ocho horas no serviría para la estrategia de derribo». Reitero, tan drástica e insólita medida (el recurso al Tribunal Supremo) lo que se busca principalmente es distraer a la opinión pública con el reincidente fracaso de Casado y su espolique, la minimalista presidenta de la comunidad de Madrid.

El gobierno entra en buenas condiciones al debate de la prórroga de la alerta. Casado lo hace desde su bien trabajada desventaja. Otra vez vuelve a escapársele Ciudadanos que, depende cómo, puede soplarle en el cogote. Y otra vez tiene la gloria de compartir posturas y postureos con sus diversos enemigos íntimos: las hachas de los almogávares y los arcabuces de los Tercios de Flandes. A los que, en esta ocasión, se les ha sumado el beato Joan Baldoví,  que tal vez ha entendido que la responsabilidad tiene sus límites.

3.---  El gobierno gana la votación. Pero dicho resultado queda empañado por un mar de confusión: el acuerdo entre los grupos parlamentarios del PSOE y Bildu sobre la reforma laboral ha provocado un fenomenal disgusto en los sindicatos; una airada respuesta de la CEOE rayana en la ruptura del diálogo social; el estupor del PNV que se percata del regalo del gobierno a Bildu en pleno proceso electoral en el País Vasco; y el desconcierto de la mitad del partido. Y lo peor de todo: la sensación –tal vez exagerada--  de que Pedro Sánchez intenta pactar con los romanos aquello que odian los cartagineses; y con los cartagineses lo que no pueden ver ni en pintura los romanos. ¿Maestría? No, se trata de sublimes pasteleos que en dos minutos se agrían  y se convierten en bodrios.

4.---  Ha sido un traspiés de Pedro Sánchez. Winston Churchill también metió la pata en ocasiones más importantes. Y en no menos celebrados acontecimientos los dirigentes de las izquierdas también metieron el remo hasta el corvejón.  

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