Un
nuevo parto se anuncia en las filas del independentismo. La abuela catalana es
prolífica. El próximo domingo en el Monasterio de Poblet se darán cita unas 300
personas que, por mero protocolo, llamaremos personalidades con la idea de
fundar un nuevo partido. Como todavía no ha pasado por la pila bautismal no
tiene nombre.
¿Quiénes
son estos nuevos políticos cistercienses y qué plantean?
En
realidad la mayoría de estos monjes tienen una biografía más bien escasa.
Hacemos la excepción de Marta
Pascal, que fue secretaria general de una de las mil versiones conocidas
del chambao post convergente y de Antoni Fernández Teixidó, de insólitas experiencias: de la Liga
Comunista Revolucionaria al CDS de Adolfo Suárez y del Duque al pujolismo. Para
definitivamente pasar a la tarea de fundar partidos y partidillos a diestro y
siniestro. Una elegante versatilidad. El resto de los cistercienses son damnificados
por las evoluciones de determinados partidos catalanes. También cabezas de león
y colas de león, peones de jefes de fila y aprendices de álfiles.
Estos
nuevos frailes conventuales no renuncian
a la independencia de Catalunya. Pero como ha tomado nota del fracaso del
secesionismo, se declara contraria al unilateralismo. Y siendo personas de
orden afirman respetar la legalidad con sus normas y procedimientos. No es la
independencia del aquí te pillo aquí te mato, sino la independencia al baño María.
Es el contagio de Poblet que tiene siglos viendo pasar el tiempo y esperando la
parusía. «Orate, frates».
«Hay
gente pa tó», dijo divinamente El Gallo cuando
le fue presentado Ortega y Gasset como filósofo.
En Cataluña también hay gente para todo. Incluso para independentistas cimbrios.
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