Este
Primero de Mayo ha sido el colofón de la fiesta
democrática que significó el resultado electoral del domingo pasado. Y,
simultáneamente, es la continuidad de una movilización de cara a los próximos
comicios de finales de mes: europeas y municipales. Fiesta democrática con
resultados para la izquierda que deben ser celebrados y Primero de Mayo con su
notable participación como exponentes de una mejor relación de fuerzas en
España y una aportación positiva a las fuerzas democráticas europeas, indicando
que nuestro país está en vanguardia de la defensa de la Unión Europea. De la
Europa social. Por lo menos así lo expresa el elevado número de manifestantes,
más nutrido que en años anteriores.
Este
Primero de Mayo no ha sido rutinario. El sindicalismo confederal, desde su
independencia, ha situado al nuevo cuadro político, surgido del 28 de Abril, el
paquete de reivindicaciones que están pendientes. Una jornada --la de hoy-- que
ha tenido como principales protagonistas a los que han dado sostén a la
izquierda el pasado domingo. Lo decíamos ayer: el sindicalismo ha enviado el
albarán. Do ut des: si he dado mi apoyo a las izquierdas, éstas deben
corresponder. Así de claro, sin remilgos. Es un contrato moral que debe concretarse
físicamente. Es lo que se ha exigido en
centenares de ciudades españolas en el día de hoy. Unitariamente.
Camino
de la segunda fase del proceso electoral. Puede ser la Gran Primavera
española. Lo digo porque se ha aprendido
que el secreto del nuevo cuadro político español ha sido la participación. Este
Primero de Mayo, además, lo ha corroborado. Disculpen, falta otro esfuerzo.
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