El
gran objetivo de Albert
Rivera en las elecciones de abril y mayo no se ha conseguido. Ciudadanos no ha pasado
por delante al Partido
Popular. El llamado sorpasso
se le resiste al joven político barcelonés. Con algunas precauciones intentaré
sugerir una hipótesis de por qué Rivera se ha quedado a la Luna de Valencia.
La
línea política de Ciudadanos se ha centrado en los últimos tiempos en competir
con el PP en agresividad así en la cuestión catalana como en los ataques
cacofónicamente reiterados contra Pedro Sánchez.
De hecho, ambos compartían la misma partitura, estando las diferencias en que Casado entona con registro
de contratenor y Rivera lo hace como barítono de revista de Colsada. Es más,
paulatinamente Ciudadanos fue abandonando el aparente aire reformista de sus
momentos iniciales. Su brújula apuntaba a intentar desbancar al PP pero con los mismos perifollos que
éste. Total, Ciudadanos fue desfigurándose aceleradamente. Hasta tal punto
llegó el disparate que decidió compartir asfalto en la plaza de Colón junto al
hombre del caballo blanco de Santiago. De reformadores a zorrocotrocos a paso
acelerado. Mientras Rivera esté chicoleando en esa competición es muy difícil
que consiga mojarle la oreja a Casado. Seguirá siendo el Pou Pou
Poulidor, el eterno segundón del Tour de
Francia. A menos que el problema lo
remedie una inquietante Inés
Arrimadas, que puede acabar en la gloria o en los mismísimos infiernos.
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