¿Para qué se ha celebrado la
sesión plenaria del Parlament de Catalunya? En mi opinión la respuesta podría
ser la siguiente: se trata de un apaño entre, de un lado, los de Puigdemont y Junqueras (estos con menos entusiasmo) y, de otro lado, la CUP. Mejor dicho, una
concesión a los cuperos por parte de
los primeros. A cambio de que la CUP vote finalmente, cuando encarte, la sesión
de investidura que enjuaguen los seguidores de Puigdemont y los de Junqueras. Siempre
y cuando se quiera formar gobierno; siempre y cuando se quiera evitar nuevas
elecciones. Se trata de un Pleno a mayor gloria de Puigdemont que ya ha entrado
en el santoral del inquietante culto a la personalidad. Puigdemont, «el Puto
amo».
Cierto, ha sido un Pleno con
resoluciones simbólicas. De un Parlament que tiene la extraña contabilidad de
contar con el mayor número de resoluciones simbólicas de los cuatro puntos
cardinales de Occidente. Lo que va de maravilla a la estrategia de la tensión
en la calle, y muy particularmente a la convocatoria de una manifestación del
próximo domingo, cuyos objetivos son el reinicio de una nueva narrativa, una
vez agotadas las tapas variadas del procés.
Lo que, objetivamente, alejaría lo
fundamental ahora, a saber, la conformación de un gobierno en Cataluña. Una
cosa que parecen haberla olvidado algunos de sus convocantes. Francamente, no
sé qué pintan los sindicatos en ella. Respetuosamente añado que Dios da
extrañas nueces a quien no puede roerlas. En las casas de sombreros (barrets) hay menos confusión.
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