Francisco Puerto Otero (1946 – 1992) nació en Las Cabezas
de San Juan. Fue uno de los grandes dirigentes sindicales de Comisiones Obreras
de Cataluña. Su ciudad natal se ha honrado a sí misma poniendo en marcha la
Escuela de Formación Profesional Paco Puerto, que gestiona el ayuntamiento de
la mítica ciudad andaluza. Las Cabezas, la ciudad donde el ejército de don Rafael del Riego, que iba para América, giró grupas y
marchó a Madrid para reimplantar la Constitución del 1812, la Pepa. La ciudad
donde los afiliados de Comisiones Obreras –con el veterano Ginés Espín al frente-- consiguieron la inauguración del Parque Abogados de Atocha y un monolito en honor de Marcelino Camacho. Y ahora la Escuela de Formación
Profesional. Paco Puerto, profeta de paz en Cataluña, es profeta armado de
esperanza en su tierra natal.
Fui amigo y compañero de Paco
Puerto. Un sindicalista sabio, autodidacta. Sin retórica, siempre al grano. Siempre
al corazón de los problemas. Hecho con la arcilla de la gente de Comisiones
Obreras. Quienes le conocieron saben perfectamente que no exagero, que no me
ciega la pasión por el buen amigo. Infatigable siempre. Un botón de muestra.
Estando nuestro Paco ya muy enfermo fui a visitarle al Hospital. Estaba rodeado
de trabajadores de una empresa, creo recordar que era Grúas de Barcelona. Paco
Puerto, papel, lápiz y una calculadora. Orientando al comité de empresa. Monté
en cólera, porque entendí que aquello era un abuso de confianza. El presidente
del comité me dijo: «Calma, compañero, nos ha llamado Paco por lo de nuestro
problema». Los médicos le dejaban hacer porque se los había camelado a todos.
Y, de paso, organizaba al personal del Hospital.
Paco Puerto, exquisitamente educado.
Respetuoso con el protocolo y al mismo tiempo zumbón. Otra anécdota: estábamos
esperando al president de la Generalitat, Jordi Pujol, para iniciar la reunión de lo que
fuera aquello. Entra el otrora muy honorable y nos pusimos de pie. Paco Puerto,
que no se ha dado cuenta, permanece sentado. Pujol, indignado, le increpa:
«Oiga, cuando entra el president todo el mundo debe ponerse de pié». Puerto, se
levanta despaciosamente y le responde con infinita cortesía: «Dispense,
president. Hacía algo más importante que
levantarme: estaba leyendo». Y se lo dijo en un catalán que hubiera envidiado
el mismísimo Josep Solé Barberà.
Ni siquiera se le torció la
sonrisa cuando lo detuvo la policía y pasó a la cárcel de Jaén. Sólo se
inquietaba cuando jugaba su Betis
contra su Barça. Paco Puerto, la sal
de la tierra. La arcilla de un movimiento de trabajadores. La arcilla de Comisiones
Obreras.
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