1.-- No son los agüeros. Son los hechos los que
parecen indicar que puede estallar el polvorín. A estas alturas, no decir las
cosas con claridad en aras a evitar el alarmismo es una enorme
irresponsabilidad. No son los agüeros, sino los hechos. Unos hechos que los
capataces de los hunos y los capataces de los hotros se enpeñan en agravar.
Los hechos: más de 700 empresas
han trasladado su sede –social o fiscal— fuera de Cataluña en diez días;
descenso del turismo en Cataluña previéndose que caiga la actividad y pérdidas
de 1.800 millones de euros; los grandes fondos de inversión de la City londinense avisan
machaconamente de que pueden alterar sus previsiones de inversión; el tiburón Moody´s alerta de que la
situación crea incertidumbre para el ráting de España. No son jaculatorias. No
son agüeros, son hechos.
La cosa puede complicarse. Lo
peor es que los capataces no han medido –o no han querido medir-- las consecuencias de esta descomposición.
Tampoco los masoveros; estos menos que aquellos. Mañana, sin ir más lejos,
puede darse un salto de cualidad en el zafarrancho de combate. Si Puigdemont aprieta todavía
más el acelerador, con centenares de miles de personas en la calle, puede
armarse la de Dios es Cristo. Los masoveros, en vez de pensar en que han llevado
el soberanismo a la cota más alta de su historia, parecen entender que la
derrota es un paso necesario para acumular más fuerzas. La Unión Europea, el
último baluarte en que cifraban sus esperanzas, inducidos por políticos
irresponsables, sigue dándoles la espalda. Ahora miles de manifestantes han
gritado por primera vez: «¿Dónde estás, Europa?». Que podría convertirse de la
noche a la mañana en resentimiento. Y de ahí al solipsismo catalán.
2.-- La Confederación
Sindical de Comisiones Obreras ha enviado señales de cordura en sus dos
últimos comunicados sobre la situación catalana. Negociación y que el Govern
Catalá no se meta en el camino de la unilateralidad. Es como si viera venir la
explosión de la santa bárbara y sus consecuencias. El grupo dirigente confederal
del sindicato parece verlas venir.
Acabe como acabe la crisis
catalana, que ya es crisis de Estado, Los trabajadores pedirán explicaciones a
los sindicatos por su actitud ante esa crisis. Entonces no valdrán los acuerdos
congresuales ni otras autorreferencias. Valdrán las consecuencias de todo
ese entuerto. Los trabajadores pedirán
explicaciones y se preguntarán si están inscritos en un sindicato o en un
político-socio- sindicato. Lo peor de toda esta historia no es salir
derrotados, sino derrotados y divididos.
Por lo demás, recuerden la
máxima de Tito Livio: «La guerra se alimenta de la guerra».
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