El sábado pasado, con el 155
camino de Cataluña, se desarrolló una imponente manifestación de masas en
Barcelona. Quiero decir, otra oceánica
manifestación. De hecho Barcelona es, desde hace unos meses, un potente archivo
de manifestantes. Así pues, se mantiene la ebullición. La Guardia Urbana con
sus algoritmos de recuento, más o menos interesados, cifró la asistencia en
unas 450.000 personas. No es moco de
pavo, diría un castizo. Y tendría razón.
Ahora bien, esta manifestación
no ha tenido –ateniéndonos siempre al recuento de la Guardia Urbana-- el consenso de masas que contaron las
anteriores. Más todavía, dado el añadido de que se convocaba contra el artículo
155, hay que convenir que ha estado muy por debajo de las expectativas que
suscitaba el objetivo de la protesta como lo esperado por los organizadores.
Muy por debajo quiere decir: la participación ha estado a la mitad de las
anteriores. Por supuesto, es una «mitad» enorme. Por lo que sería necio que el
hombre de Pontevedra sacara conclusiones precipitadas, pero igualmente sería de
estúpidos que Puigdemont
y su colegio cardenalicio no tuvieran en cuenta que el sábado no fue lo
esperado. Baño de masas, sí. Pero fue la mitad de los anteriores baños. En
resumen, ese día hubo un reflujo. Las interpretaciones pueden servirse según el
paladar de los hunos y las papilas gustativas de los hotros. No obstante, el
dato es el dato y, según el famoso gallego, el conceto es el conceto.
Sería temerario hablar, tras el
sábado pasado, de un cambio de ciclo. Pero más imprudente es no aproximarse al
dato. Sólo cabe, de momento, al menos en nuestro caso, plantear interrogantes.
¿A qué obedece que tan masiva manifestación solo concitara la mitad de la
adhesión de las anteriores? ¿Es un
cansancio lógico, que observa que la cosa no avanza como se les ha hecho creer?
¿Hasta qué punto empieza a calar y, sobre todo, preocupar en ciertos sectores
la marcha de las sedes sociales (y en algunos casos muy relevantes la sede
fiscal) de importantes empresas, que ya superan las mil firmas? ¿Se trata de
una advertencia –o algo por el estilo--
en la dirección de “oiga, arregle usted el problema y no me endose su
falta de responsabilidad”. Doctores tiene la iglesia para analizar el asunto.
Por mi parte sería abusivo decir que una gran parte de esa «mitad» podría
decirle a Puigdemont: «Pero, hombre de Dios, ¿qué trabajo le cuesta a usted
convocar elecciones y que salga el Sol por Figueras?».
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