Esto
no tiene remedio: la política catalana ha entrado en unos niveles de enorme
degradación. No habían pasado ni
veinticuatro horas de la investidura de Pere Aragonès García como presidente de la Generalitat cuando
el hombre de Waterloo envía una carta ´a las bases´. Reproches a Esquerra Republicana de Catalunya a
cascoporro con un hilo conductor: «la falta de unidad del independentismo». Lo
escribe pocas horas después de haberse formado el gobierno autonómico. La
hipótesis de que ese caballero desvaría no puede descartarse.
El
quid de la cuestión está en que el sector Waterloo nunca quiso –ni ahora
tampoco, como puede verse por la carta que se ha mencionado— este gobierno. Por
lo que, por si había dudas, ahora se explica que doña Elsa Artadi haya renunciado a formar parte del
mismo. Y otro que sonaba para cubrir esa baja –un tal Josep Rius, también de la misma ínsula—igualmente
ha renunciado a los entorchados de conceller. El cogollo de los de Puigdemont desautoriza,
así, a la dirección de Junts
per Cat y, más en concreto, a Jordi Sánchez. Pero también a ´a las bases´ que –dicen los que han hecho el recuento de
los votos-- el resultado a favor de formar
gobierno con ERC ha sobrepasado el 80 por ciento.
Waterloo
sabe perfectamente que el actual govern de Aragonès hará política autonomista y
no independentista. Por lo que intenta aparecer como que él –y su cáfila más
directa-- nada tienen que ver con ese enjuague.
Y más todavía: todo indicaría que seguirá enredando un día sí y el otro
también.
No
se pierdan el detalle: el 80 por ciento de la militancia –hace mucho frío en la
oposición— ha votado contra lo que planteaba Waterloo. El exilio hace estragos. De momento, el
divorcio. Sobre chispa más o menos es lo que le dije a mi amigo ayer en la playa de Pineda en la sobremesa.
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Quim
González:
España 2050, el
“mandala” de Pedro Sánchez
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