Fernando
Ónega pone en tela de juicio la cinta donde se narran los tejemanejes del rey
emérito y su amante. La protagonista es
la ya famosa Corinna,
acompañada por el capitoste Juan
Villalonga, ex presidente de Telefónica, y el no menos célebre comisario
Villarejo, perejil de
diversas casquerías en mal estado. Metiendo bulla no
tiene instrumentos para verificar si la grabación, que ha sido difundida por
ese vertedero que es OK
Diario, es un montaje, ni tampoco
si Ónega es, en este caso, el deshollinador que quita la tutía de las reales
chimeneas. Metiendo bulla tiene sus limitaciones. Lo que en todo caso sabemos
es que el rey emérito fue un hombre de cremallera fácil con negocios que no
olían a ámbar.
Tan
sólo estamos en condiciones de indicar lo siguiente: existen industrias
inquietantes de huelebraguetas conectadas al mundo del parné de alto copete
vinculadas a ciertos miembros de los aparatos del Estado (Villarejo sería el
emblema más conspicuo) que fabrican dossiers ad personam. Es una industria
floreciente que se sustenta en el morbo de miles de lectores. Un negocio que se
alimenta de centenares de documentos conscientemente traspapelados de
comisarías y juzgados que se ponen en circulación por los digitales-vertedero.
Son, en principio, empresas clandestinas.
De momento, son industrias florecientes.
Apostilla,
la Audiencia Nacional deberá decidir antes de fin de año si abre una investigación
sobre las grabaciones incautadas hace meses al comisario José Manuel Villarejo,
entre ellas una que recoge una supuesta conversación entre el policía, ya
jubilado, y Corinna zu Sayn-Wittgenstein, amiga del Rey emérito. Así pues, no
se corten, señores Magistrados. Estamos en ascuas.
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