«Catalunya
no tiene solución». Lo ha dicho de manera lapidaria Enric
Juliana en su artículo de La Vanguardia del pasado miércoles. Y ha
rematado la sentencia con una frase dantesca: «perded toda esperanza». La frase
de marras no parece ser el resultado de un arrebato de pesimismo, sino la
constatación de una serie de hechos recientes que el periodista constata
pormenorizadamente. Léanlo, por favor. Sin embargo, tengo para mí que, a pesar
de las mil y una dificultades enormes, la política puede construir un arreglo
más o menos duradero de ese gran litigio.
Ahora bien, tengo la certeza de que con el Partido Popular en la guía del país es materialmente imposible una aproximada solución. Es más, con ninguno de los candidatos a repartirse la túnica sagrada de Mariano Rajoy se estaría en condiciones de querer llegar a un acuerdo. Por lo demás, tampoco los de Torra están por la labor. Son la mutua retroalimentación, que les da alas a seguir con este fenomenal quilombo. Y tres cuartos de lo mismo sucedería con Ciudadanos. Esa es mi certeza. Pero estoy en condiciones de proponer una hipótesis: con gobiernos diferentes en Madrid y Barcelona podría haber una aproximación al apaño. La cosa, pues, estaría en manos de un personaje tan singular como doña Correlación de Fuerzas así en el escenario español como en el europeo. De donde se infiere que para resolver la papeleta serían necesarias estas condiciones: a) un gobierno de centro izquierda en España y otro de diversa condición en Cataluña; una opinión pública fuertemente sensibilizada que quiere que haya soluciones; y c) una relación de fuerzas en la Unión Europea claramente europeístas, precaria en nacional-populismos. Tampoco es, ciertamente, una certeza sino simplemente una hipótesis contra el «Catalunya no tiene solución».
Una opinión
pública activa y fuertemente sensibilizada, hemos dicho. De momento, uno de los
datos más serios es la proliferación de grupos de opinión en Cataluña, alejados
del independentismo, de carácter transversal. Los más importantes son, por orden de aparición
en la escena: Federalistes d´Esquerra, Pau i treva y Pròleg. Joan
Botella, J.J. López Burniol y Joan Coscubiela para entendernos. A los que
habría que sumar el grupo Cataluña y Andalucía todavía en gestación. De él nos ha hablado el
escritor Jordi Amat recientemente en La
Vanguardia.
Habla Amat. «Dos hombres de izquierda –Javier Aristu y Javier Tébar– han empezado a preparar unos encuentros en Sevilla en octubre. Se proponen establecer una alianza informal entre un grupo de catalanes y andaluces para pensar soluciones: “Dialogar para hallar un punto de encuentro o acercamiento que haga posible una renovada convivencia en un marco jurídico y político integrador de las diferentes opciones territoriales”. No es una música que suene muy diferente del manifiesto de académicos e intelectuales que se dio a conocer la semana pasada. “Frente a esa tendencia que desconoce que una España en libertad es una España en la que deben convivir los diferentes, somos muchos los que creemos que es posible renovar el pacto constitucional dentro de un espíritu de concordia, sin humillaciones, sin vencedoras ni vencidos”. El contramanifiesto, planteado desde la órbita de Ciudadanos, evidencia que el diálogo se ha abierto» (1).
De momento
podemos decir que el Gobierno de Pedro Sánchez se está moviendo mientras Torra
sigue en su propia casquería. El lunes se ven las caras. Bueno, menos da una
piedra.
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