domingo, 22 de julio de 2018

Casado y Puigdemont, convergencia de contrarios




No había terminado Pablo Casado su discurso de clausura del Congreso del PP cuando ya es recibido poco amistosamente por el secretario general de Ciudadanos. Dice Villegas: «Casado es más de lo mismo, más de ese viejo Partido Popular». Es un análisis de brocha gorda, muy propio de la vieja taberna carpetovetónica.

Villegas es hombre de pocos matices, la sutileza no figura entre sus pocas o muchas virtudes. Este caballero no ha visto –o simula no ver--  la discontinuidad del joven presidente del Partido Popular que está a punto de enviar al geriátrico a una buena parte de la dirección del partido, no sólo la del estado mayor sino también la de sus periferias. Villegas tampoco ha visto que Casado es una tuerca más hacia una derecha que no delegará sus responsabilidades en las togas ni otros aparatos del Estado. Pronto se verá si Casado es el Aznar Chico o –como casi siempre ha sucedido--  querrá ser él mismo sin hipotecas. Aún es pronto para saber qué niveles de tutía (el hollín de las chimeneas) aznariana tiene, o no, el hombre de Ávila. De su discurso en el Congreso no se desprende que sea «más de lo mismo». Es más derechista. Y más impaciente. Ciudadanos tiene de qué preocuparse. También la izquierda. 

Casado es el hombre que necesita Carles Puigdemont: la España de las «banderas en los balcones». La España de la cazalla frente a la ratafía. Uno y otro tienen sus respectivos partidos a punto de entrar en el ring. El hombre de Berlín, que destruye todo lo que toca, se ha hecho con las riendas de la neo Convergéncia. Su lema: fuera de Puigdemont no hay salvación. El camino del reinicio de la confrontación con España se ha iniciado. Miel sobre hojuelas para Pablo Casado. Puigdemont no ha perdonado la heterodoxia de sus diputados que votaron en Madrid la investidura de Pedro Sánchez; Pablo Casado, tampoco. Casado y Puigdemont o la convergencia de los contrarios. 


Apostilla. Disiento del maestro Enric Juliana. La derecha de Casado no es «cafetera». Yo le diría carajillera. 

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