Durante el pasado
fin de semana los dos congresos –Partido Popular y PDeCat-- han
perfeccionado la particular antropofagia de cada cual: el primero con la
técnica de la pepitoria, el segundo con grumos de allioli. Eficaz actuación de
los master chef con mando en plaza.
Dos congresos donde
se ha concretado lo que estaba diseñado en las marmitas de los hunos y los
hotros. O, como decía ayer, la convergencia de los contrarios. Coincidencias:
la sombra alargada de José María Aznar y el holograma de Carles Puigdemont revoloteando por la platea. Ambos
intentando que lo que pudo haber sido pueda ser. A saber, la vuelta al pasado.
Aznar a la legislación de su puño y letra; el hombre de Berlín intentado que se
materialice la declaración unilateral de independencia de Cataluña. El claro
objeto del deseo de ambos trujimanes es: más madera. Así las cosas, arreglar
las cosas sería cosa de morigerados, de políticos escasamente viriles, es
montar a caballo a la mujeriega. Si podemos partirnos la cara ¿por qué vamos a
perder el tiempo hablando? Es el arrebato como estilo y técnica. Política de
secano
Dos congresos que se
han referido al «pueblo». Pero no a su inteligencia almacenada. El pueblo que
pone banderas en los balcones; el pueblo que clava cruces amarillas en la
playa. Al pueblo de la servidumbre voluntaria de la que habló el joven Étienne de la Boétie.
Arrebato inducido y
embrollo organizado por los hunos y los
hotros. Hay salida. Pero no desde el pesimismo al por mayor. Sólo al detall.
Hay salida. Un lúcido y temperado Paco Rodríguez de Lecea enciende la
linterna: «¿Qué puede hacer la izquierda en todo este maldito embrollo? Lo
primero, tener los pies bien firmes en el suelo. No discutir sobre arrebatos,
sobre castillos en el aire ni sobre pasos por las nubes. Las cuestiones de
orden material, las cosas de comer, la fijeza de los puestos de trabajo, las
condiciones y las dimensiones poliédricas de la vida; ese es nuestro campo de
batalla. No más utopías que la utopía cotidiana. No más futuros etéreos, sino
un futuro sólido y sostenible, básico, con equipamiento mínimo de serie. Si
luego es posible tunearlo con ringorrangos federales o confederales, se hará.
Todo es posible, pero no sirve de nada discutir sobre los ringorrangos cuando
todavía no tenemos reparado el motor que necesitamos para que nos impulse hacia
donde deseamos ir como colectivo» (1).
No hay comentarios:
Publicar un comentario