La
Mesa del Parlament de Catalunya ha tomado una decisión insólita: no se
celebrarán sesiones plenarias hasta el mes de Octubre. Insólita por el cierre
en sí mismo y, todavía más, por los motivos de dicha decisión. Quede claro que
el motivo no es el agobiante calor y los tremendos niveles de humedad. Al fin y
al cabo sus Señorías tienen un generoso aire acondicionado y en la cantina hay
un buen nivel de existencias, sólidas y líquidas, a módicos precios. A decir
verdad no me manifiesto contrario ni a lo uno ni a lo otro, porque las
condiciones de trabajo son lo primero. El motivo del cierre, cuya
responsabilidad es de la Mesa, es eminentemente político.
La
mayoría parlamentaria la tiene el soberanismo, que está enfrentada entre sí. De
esta manera, a través de su crisis, deteriora la representación política a la
que tiene derecho la ciudanía. Ahora, la representación política y el propio
Parlament son un mero perifollo. O sea,
el cierre parlamentario es un recurso
para no airear más todavía la confrontación entre las diversas fracciones
independentistas, principalmente entre las del hombre del hombre de Berlín y
las de Junqueras. De esta manera –bajando las persianas del Parlament-- se da otro golpe de tuerca.
Hasta
ahora no fue infrecuente que, en pleno quilombo parlamentario, el versátil
presidente suspendiera durante algunas horas la sesión para, después, reanudarla
a la remanguillé. El quilombo en
aquellas situaciones era el enfrentamiento entre independentistas y sus
adversarios. La suspensión de las sesiones plenarias hasta el mes de Octubre está
referida a la confrontación entre independentistas. Esta es la novedad. Es un
cierre a la brava. Y probablemente de escasa limpieza democrática.
Apostilla.-- Los establos de Augías se han trasladado al Parc de la
Ciutadella. Fuerte olor de purines por los cuatro puntos cardinales de
Cataluña. A mis ochenta años es lo que me faltaba por
ver.
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