La justicia española ha
procesado al Partido Popular. Al primer partido por su número de diputados y
senadores. Al partido del gobierno. El Partido Popular está en el banquillo de
los acusados. Mientras tanto, Puigdemont
y sus franquicias --enredando por los cuatro puntos cardinales de Europa,
buscando desesperadamente que alguien le reciba-- habla de un Estado
español «franquista». Desvergonzadamente
lenguaraz es este caballero.
El Partido Popular, decimos, está
en la picota. La jefatura del Partido Popular está en entredicho; su
presidente, el hombre de Pontevedra, también. La justicia española puede ser
tuerta, pero no ciega. El ojo que le queda está avizor. Así pues, «todavía hay
jueces en Berlín». Perdón, quería decir en Madrid.
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