domingo, 12 de noviembre de 2017

El resurgir de Terra Lliure



El independentismo volvió a exhibir músculo en la manifestación de ayer en Barcelona. Una potente movilización que volvió a concentrar a centenares de miles de personas. El conflicto se reinventa adoptando formas postmodernas: miles, miles, miles de teléfonos móviles encendidos apuntando al cielo. Toda una lección de novísima estética a quienes mantienen el tradicional ritualismo de las manifestaciones al uso. Posiblemente hará escuela en la aldea global. Observé las imágenes televisivas desde el sosiego de mi butaquilla y, a fe mía, tuve envidia de su estética.  Que los objetivos de tan espectacular movilización sirvan al trampantojo del independentismo es ya harina de otro costal.

Dicho lo dicho, empezó a arrugárseme la nariz cuando oí los gritos de una parte –minoritaria, pero gritona— de la gente gritar con vehemencia «Visca, visca, visca Terra Lliure». Entonces, la estética empezó a entrar en tinieblas. Terra Lliure o el grupúsculo terrorista catalán, vicario de ETA en Cataluña en los años ochenta. Su balance: doscientos atentados y cinco víctimas mortales, cuatro de ellas de su propia organización. Ahora, a rebujo de las manifestaciones independentistas levanta la cabeza. ¿Sus miembros eran durmientes o han surgido para darle ardor guerrero al procés? Sea como fuere es mala cosa. Lo peligroso es que encontrarán cierta comprensión en algunos sectores del independentismo paroxístico. «Son de los nuestros», dirá más de un militante esnob o algún alma de cántaro. En cualquier caso, estos guerrilleros urbanos se sentirán como la llama vigilante ante cualquier traición o bajada de pantalones de los líderes, siempre tentados por la componenda política. Cría, queriendo o sin querer, cuervos que te sacarán los ojos, las higadillas y los riñones.


Mientras tanto, Puigdemont y su circunstancia sigue en Bruselas. Su circunstancia es el twitter como trampantojo del gobierno en el exilio.


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