Pedro El Deseado ha vuelto a
Ferraz por la puerta grande. La mancha de la mora con otra verde se quita. Ha
cruzado la línea de la mayoría absoluta y coloreado muy mayoritariamente de
sanchismo el mapa socialista español. Han sido derrotados el Gotha, los dioses
menores y los guardias de corps que llevaron a los altares a Susana Díaz. Hay
que decir que contra todo pronóstico. Sólo conozco a una persona que me aseguró
que Sánchez ganaría la contienda, Javier Aristu. Me dio la impresión que no hablaba desde la
cueva de Delfos sino con punto de vista fundamentado. Pero no me convenció. Mea
culpa. Al final, Aristu tuvo razón.
Las dos primeras reacciones a la
victoria del Deseado, por orden de aparición en la pantalla fueron las del
hombre de Pontevedra y la de la señora Díaz. El primero, en un tosco alarde de malafoyá granaína, tira de twiter y
felicita al Real Madrid por su trigésima segunda Liga; Díaz, en su primera
comparecencia tras la derrota, hace unas declaraciones que bondadosamente se
puede calificar de extrañas: no cita por su nombre al vencedor y sólo agradece
los votos que ha cosechado en Andalucía. Corteses las felicitaciones de Pablo
Iglesias el Joven y de Albert Rivera.
Esta es la tercera vez que el
aparato socialista fracasa en su intento de poner sus hechuras al frente del
partido. Le pasó con Borrell frente a Almuncia y con Zapatero versus Bono. Pero
nunca con tanta envergadura como ahora con Sánchez frente a Susana. Los
aparatos ya no son lo que eran. Las brujas de Macbeth están oxidadas. Aunque no
sabemos si definitivamente.
Dos han sido los ejes de la
victoria de Sánchez: el «no es no» y el papel de la militancia. Insuficientes
para generar un proyecto de renovación del partido, pero suficientemente
clarificadores para clarificar parcialmente el papel del PSOE en la presente
coyuntura. El «no es no» como metáfora de posición ante la derecha y la
cuestión militante como elemento de oxigenación del partido y renovación
parcial del carácter vétero lassalleano de la socialdemocracia. Ahora bien, soy
del parecer que hay más claves: los votantes de estas primarias estaban hasta
la cruz de los leotardos de que los podemitas les mojaran la oreja y que el
Gotha sindical, desde el Olimpo, hiciera (algo más) que mangas y capirotes en
la organización. La militancia, por lo que se ve, está intentado sacarse de
encima su tradicional condición de terminal burocrática, de aquella servidumbre
voluntaria de la que habló lúcidamente Étienne de
la Boétie. En suma, parece que han contestado su asignación como
figurantes de cartón piedra de un antiguo péplum.
Lo que no sabemos es hasta qué
punto el Gotha, los dioses menores y los guardias de corps reaccionarán ante
esta victoria tan apabullante. Porque los viejos caimanes nunca mueren. Ni
están solos.
Y
en lo que se refiere a Pedro Sánchez vale la pena recordarle la idea de
Maquiavelo: « quien introduce innovaciones tiene como
enemigos a todos los que se benefician del ordenamiento antiguo, y como tímidos
defensores a todos los que se beneficiarían del nuevo». Vale.
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