El diputado convergente Jordi Xuclà ha sido
designado para presidir la comisión parlamentaria que investigará la
financiación del Partido Popular. Debe ser cosa de alta política, porque es
paradójico que, en unos momentos de alto voltaje entre los partidos políticos
catalanes partidarios de la «desconexión», sea un destacado miembro del PDeCAT,
el partido de Artur Mas
y Carles Puigdemont,
quien dirija y modere los debates en ese grupo de trabajo. Hasta la presente no
se sabe cómo le ha sentado esta designación al gobierno de la Generalitat, a la
dirección del partido, a sus socios y al conjunto de fuerzas que animan el procés. Por lo demás, ¿es coherente que
quien anuncia a bombo y platillo que quiere marcharse de España se implique en
una cuestión de este tenor? Por no decir del sentido del Partido Popular
aceptando activamente que sea Xuclà quien anime el cotarro de la investigación.
Debe ser alta política. Tan alta que se nos escapan sus entretelas.
Naturalmente, Ciudadanos
está que trina. Pero, una vez más, se tragará lo que sea de menester.
Alta política. Ahora bien, ¿qué
toma y daca tiene esa operación tan chocante, al menos formalmente? ¿Se trata
de socorros mutuos? Esto es, ¿para intercambiar toneladas de tierra que sepulten,
total o parcialmente, las podredumbres mutuas? ¿La del beato Bárcenas y sus conexiones con
la del Tres por ciento y sus allegadas? ¿Es este el sentido del do ut des? A ciencia cierta no lo
sabemos. Pero es claro que si se pone en marcha –y la cosa está ya cantada-- no
son ajenos a la operación los mismísimos Rajoy y Artur Mas. Porque los
masoveros de ambos no van por libre en este negocio. Alta política, pues. En todo caso el mutismo
en el puente de mando catalán da para todo tipo de hipótesis.
Ahora bien, sea como fuere, lo
cierto es que las comisiones de investigación se han convertido en una
chuchería parlamentaria. Igual que las comparecencias. Ambas han entrado en un
proceso de degradación acelerada, donde a cambio de un intercambio de gritos e
invectivas, garantizadas para ser emitidas por los medios audiovisuales, se da
por sentado que las conclusiones de tales trabajos serán pura filfa, hojarasca
parlamentaria. Así pues, ya no se trata de la banalización de ambas figuras
–comisiones de investigación y comparecencias--
sino la corrosión de la vida parlamentaria.
Alta política. Con una segunda
hipótesis: ¿se trata de una política de Estado? O sea, ¿es un guiño desde casa
Mariano a los sectores más moderados
del PDeCAT? El viejo Occam recomendó siempre que
ante diversas opciones se debía escoger la más sencilla. Pues bien, ¿qué
hipótesis es la más sencilla? Aunque tal vez el famoso fraile diría, para este
caso singular, que la una y la otra no son contradictorias. Pues en el puchero
de la alta política se pueden cocinar simultáneamente diversos comistrajos. De
ello hay mil ejemplos en la historia de la política. Y también en la historia
de los tratantes de ganado, aunque estos saben que «los dientes nunca
engañan».
Alta política donde la
mancha de la mora con otra verde se
quita.
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