La cosa viene de muy
antiguo. Me refiero al importante tema de la relación entre movimientos
migratorios y progreso de los lugares de acogida. Tan antiguo que ya Tucídides (460 – 399 antes de nuestra era) deja
constancia de ello en su afamada Historia
de la Guerra del Peloponeso (1). Como es sabido, Tucídides es el primero en
preguntarse por el método específico del historiador con el fin de distinguir
entre causas auténticas y meros pretextos. No era esto lo que precisamente
distinguía a Heródoto que según algunos maliciosos daba con frecuencia gato por
liebre.
De la mano de Luciano Canfora he vuelto a visitar a Tucídides. Su
libro Esportare la libertà (Mondadore, 2007) se inicia con un ensayo, La
libertà per i greci, en torno al largo y duro conflicto entre Atenas y Esparta
en la gran guerra del Peloponeso. Y como un libro siempre llama a otro, sentí
la necesidad de meterme a fondo en la casa de Tucídides. Los jubilados tenemos
todo el mundo por delante para dedicarlo a la lectura y a cualquier otra
actividad gratificante.
No han pasado ni
cinco minutos de lectura cuando el viejo historiador (en el libro Primero, nota
2) nos llama la atención con lo siguiente:
«… Cuando los
hombres de mayor influencia eran expulsados de otra región de Grecia por la
guerra o por una revuelta interna se refugiaban en Atenas por considerarla un
lugar estable, y haciéndose al punto ciudadanos contribuyeron desde antiguo a
engrandecer la ciudad».
El historiador está hablando de un tiempo muy anterior, en siglos, a la Guerra del Peloponeso (431 -- 404 antes de nuestra era).
El historiador está hablando de un tiempo muy anterior, en siglos, a la Guerra del Peloponeso (431 -- 404 antes de nuestra era).
Así pues, la palabra
documentada de Tucídides nos indica hasta qué punto los diversos movimientos
migratorios enriquecieron Atenas en todos los sentidos. Digamos, por lo tanto,
que somos herederos también de la aportación que tales movimientos migratorios hicieron.
Palabra de Tucídides.
¿Hemos aprendido lo
suficiente de ello? No, aprovechamos la aportación científica, literaria, artística
de aquellos nuevos atenienses pero vuelve a Europa el odio al migrante, que
impulsa o gestiona una parte de la política instalada. Vuelve el mito, que ha
adquirido carta de naturaleza. Vuelve el nacionalismo excluyente, disfrazado de
«todo por la patria». Garrulamente.
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