Hemos oído decir a Susana Díaz que habría que
preguntarle a Miquel Iceta
si es neutral en la contienda que se traen entre manos los socialistas
españoles. En verdad que se trata de algo chocante. Y extraña. Porque exige al
dirigente catalán una actitud contraria a la de los exuberantes apoyos del
Gotha socialista. Me malicio que la Díaz no ha sacado las pertinentes
conclusiones de su sonada derrota en Cataluña en la fase de la recogida de
avales. La responsabilidad de ello no está en el déficit de proyecto de la
señora candidata –parece decir-- sino en
una actividad oculta de Iceta que, clandestinamente o casi, induce a inclinar
la balanza a favor de Pedro Sánchez.
Pero hay algo más. Díaz está
dejando caer una interpretación de su primer fracaso en este trayecto para la
secretaría general de su partido: si sale derrotada definitivamente la culpa es
«de los catalanes». Abro paréntesis: en este aspecto Díaz me recuerda, en
cierta medida, a mi madre adoptiva, la
tita Pilar, que
pensaba, allá por los años cincuenta, que los catalanes no tienen temor de
Dios, ignorando ella que la familia Pujol es de misa diaria, y que no se puede
ser «madre superiora» sin tener los requisitos necesarios como los de la fe, la
esperanza y la caridad. En todo caso, la tita Pilar nunca confundió el misal
con el parné. Cierro paréntesis.
La culpa sería de los catalanes.
Estimulando así un anticatalanismo, no por chusquero menos peligroso que el más
agresivo de los que, es un poner, estimula el Partido Popular y sus terminales
burocráticas. Preocupante.
Como igualmente preocupante es
lo que están susurrando algunos viejos santones del socialismo. Esto es, si
gana Sánchez estaría cantada la escisión en el PSOE. Un amplio reportaje de El
País –de hoy domingo— lo insinúa sin reparo. Con lo que se ha dado un nuevo
salto, más bien pirueta, en la amenaza. Primero fue: si gana Sánchez seremos
irrelevantes. Ahora es un gancho en el mentón del electorado socialista: ojo
con lo que se hace que nos vamos unos cuantos a otros lugares. ¿Amagan con dar?
Todavía no lo sabemos, porque aún no se ha producido la gran votación, cuyo
resultado sigue siendo incierto.
Pero sí podemos dar una
referencia significativa. En un momento dado, Ernest Maragall organizó unos cenáculos tras
perder fuelle el maragallismo con la idea de fundar un nuevo partido. Trabajo
le costó, pero al final creó un nuevo grupúsculo, que le sirvió para negociar
con Esquerra Republicana de
Catalunya. Ahí empezó la
desbandada. Y en tan grande polvareda perdieron a don Beltrán.
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