lunes, 22 de mayo de 2017

Pedro El Deseado


Pedro El Deseado ha vuelto a Ferraz por la puerta grande. La mancha de la mora con otra verde se quita. Ha cruzado la línea de la mayoría absoluta y coloreado muy mayoritariamente de sanchismo el mapa socialista español. Han sido derrotados el Gotha, los dioses menores y los guardias de corps que llevaron a los altares a Susana Díaz. Hay que decir que contra todo pronóstico. Sólo conozco a una persona que me aseguró que Sánchez ganaría la contienda, Javier Aristu. Me dio la impresión que no hablaba desde la cueva de Delfos sino con punto de vista fundamentado. Pero no me convenció. Mea culpa. Al final, Aristu tuvo razón. 

Las dos primeras reacciones a la victoria del Deseado, por orden de aparición en la pantalla fueron las del hombre de Pontevedra y la de la señora Díaz. El primero, en un tosco alarde de malafoyá granaína, tira de twiter y felicita al Real Madrid por su trigésima segunda Liga; Díaz, en su primera comparecencia tras la derrota, hace unas declaraciones que bondadosamente se puede calificar de extrañas: no cita por su nombre al vencedor y sólo agradece los votos que ha cosechado en Andalucía. Corteses las felicitaciones de Pablo Iglesias el Joven y de Albert Rivera.

Esta es la tercera vez que el aparato socialista fracasa en su intento de poner sus hechuras al frente del partido. Le pasó con Borrell frente a Almuncia y con Zapatero versus Bono. Pero nunca con tanta envergadura como ahora con Sánchez frente a Susana. Los aparatos ya no son lo que eran. Las brujas de Macbeth están oxidadas. Aunque no sabemos si definitivamente.

Dos han sido los ejes de la victoria de Sánchez: el «no es no» y el papel de la militancia. Insuficientes para generar un proyecto de renovación del partido, pero suficientemente clarificadores para clarificar parcialmente el papel del PSOE en la presente coyuntura. El «no es no» como metáfora de posición ante la derecha y la cuestión militante como elemento de oxigenación del partido y renovación parcial del carácter vétero lassalleano de la socialdemocracia. Ahora bien, soy del parecer que hay más claves: los votantes de estas primarias estaban hasta la cruz de los leotardos de que los podemitas les mojaran la oreja y que el Gotha sindical, desde el Olimpo, hiciera (algo más) que mangas y capirotes en la organización. La militancia, por lo que se ve, está intentado sacarse de encima su tradicional condición de terminal burocrática, de aquella servidumbre voluntaria de la que habló lúcidamente Étienne de la Boétie. En suma, parece que han contestado su asignación como figurantes de cartón piedra de un antiguo péplum.

Lo que no sabemos es hasta qué punto el Gotha, los dioses menores y los guardias de corps reaccionarán ante esta victoria tan apabullante. Porque los viejos caimanes nunca mueren. Ni están solos.

Y en lo que se refiere a Pedro Sánchez vale la pena recordarle la idea de Maquiavelo: « quien introduce innovaciones tiene como enemigos a todos los que se benefician del ordenamiento antiguo, y como tímidos defensores a todos los que se beneficiarían del nuevo».  Vale.


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