La Paz de Westfalia (1648) sancionó
que «los súbditos tienen la religión del Príncipe». Es el famoso cuius Regio eius Religio. Con este
pastel intentaron acabar con las guerras europeas de aquellos tiempos. Lo que
viene a cuento por lo que vamos a referir en este ejercicio de redacción.
Todavía es pronto para saber
todos los pormenores del resultado de las elecciones primarias socialistas que
dieron un triunfo contundente a Pedro Sánchez. Tal vez algún analista nos diga
un día qué votos han ido al vencedor por sus méritos propios o sospechados y
qué votos indicaban un rechazo a la señora Díaz. Por supuesto, unos y otros
tienen la misma validez y la misma legitimación a Sánchez. Ahí no hay vuelta de
hoja. Pero queda dicho lo anterior.
Sea como fuere, algunos
analistas –también diversos dirigentes del PSOE afines a Sánchez-- han empezado a hablar de «pedrismo» y, sobre
todo, de «nuevo PSOE». Exageraciones. Todavía no hay datos para ese bautizo.
Sin embargo, ya hay algunas insinuaciones que podrían invalidar, parcialmente,
lo del «nuevo PSOE». Son datos que parecen encaminarse a una orientación
wetfaliana, o sea: los militantes deben tener la Religión del príncipe. La
carga de la prueba la encuentro en unas declaraciones de una personalidad
socialista, José Félix Tezanos, reputado académico. Aparecen en La Vanguardia, un periódico que ha guardado una exquisita
neutralidad en la contienda de las primarias.
Tezanos está hablando de las enmiendas
que las diversas organizaciones han presentado al próximo Congreso de su
partido. Y declara que «estas enmiendas están aceptadas y refrendadas en las
primarias por más de un 50 por ciento de la militancia socialista». No es
cierto. Y, peor todavía: no hay motivo para relacionar –y mucho menos
vincular-- las enmiendas con el
resultado de las primarias. Esa formidable movilización del pueblo socialista
se ha limitado a elegir un secretario general y una genérica referencia al
papel de la militancia. Vincular las enmiendas al resultado de las primarias no
sólo es un abuso sino una exhibición de vieja política; y una contradicción con
el papel que exige la militancia. No es, por tanto, una renovación ni una
identificación con un «nuevo PSOE» sino una inercia de la concepción
lassalleana del viejo partido. La votación de una enmienda es un acto concreto,
personal e intransferible que no puede confundirse con otras opciones,
importantes o no, del programa político de un partido.
En todo caso, hablar de renovación
o de un nuevo PSOE es todavía precipitado. Habrá que esperar a ver qué se
aprueba en el próximo congreso y verificar cómo se lleva a la práctica lo
acordado. Si se lleva, claro está. En suma, no debe confundirse la renovación
con la rectificación, ni aquélla con el cambio o recambio.
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