Escribe Javier Terriente
La excepcionalidad como norma
Las razones por las que un grupo
humano renuncia a una parte de su libertad, voluntaria y democráticamente, en
favor de la autoridad y la autonomía de un líder, son difíciles de entender.
Sólo la sensación de peligro inminente ante una amenaza real para la seguridad
procedente del exterior, o el riesgo inmediato de una gravísima eclosión
interna, pueden explicar situaciones semejantes.
En todo caso, ese tipo de fenómenos
solo se produce en determinadas condiciones
excepcionales, que justificarían una desregulación general o particular de
las reglas democráticas, con consecuencias graves sobre las relaciones de
convivencia. La aprobación de leyes especiales por un tiempo determinado, es
una de sus características.
Podemos ha vivido una breve
travesía triunfal, a caballo de una contradicción prevista para un ciclo
electoral corto e intenso: derechos restringidos de los inscritos a cambio de
eficacia política, limitaciones democráticas internas por democracia avanzada
para los ciudadanos. Sacrificios hoy, en función de un mañana radiante. Sin
esas premisas habría sido inimaginable la proclamación de un liderazgo fuerte,
con tanta carga simbólica como la que personifica Pablo Iglesias.
La cuestión ahora radica en que
la nueva mayoría de Vistalegre 2 se ha constituido sobre varias paradojas
complementarias:
En el plano organizativo: la continuidad en líneas generales, de forma
indefinida, de un conjunto de reglas específicas concebidas, en principio, para
afrontar con éxito un periodo electoral breve y complejo. La llamada Máquina de
Guerra Electoral.
En el plano de las estrategias: la configuración de
una secretaría general presidencialista, pero obligada en cambio a federalizar
y redistribuir el poder interno y compartir estrategias y decisiones con los
diferentes aliados territoriales.
En el plano doctrinal y político:el propósito de construir un ambicioso Bloque
Histórico (sic), de largo aliento, pero que pivotaría sobre una relación
privilegiada con fuerzas de la izquierda dogmática, al borde de la
desaparición.
En el plano de la cotidianidad: la divergencia entre los déficits de
participación de los inscritos en el gobierno real del partido, en sus
diferentes instancias territoriales y sectoriales, y las atribuciones
extraordinarias de la secretaría general en su funcionamiento regular.
Y por encima de todo, en el
plano ético-moral: la capacidad del
líder de disciplinar conductas y conciencias hacia una meta común que las
sobrepasa y las unifica, en contraste con la disponibilidad de un estatus
prácticamente incontrolable.
Normalizando lo excepcional,
homogeneizando lo diverso: ¡Unidad, unidad, unidad!
Probablemente, estos hayan sido algunos de los principales daños
colaterales, no deseados ni previstos, inherentes al funcionamiento de la “Máquina de Guerra Electoral”. Sin
embargo, Vistalegre 2, lejos de reformarla en un sentido más participativo,
plural y transparente, ha decidido que se convierta, en lo esencial, en un
modelo estructural permanente.
De este modo, la singularidad organizativa
en la que se desenvolvió Podemos en el pasado inmediato (“correr atándose los
cordones”), ha pasado a ser un método duradero,a pesar de que el país ha
entrado en una nueva etapa más o menos convencional. Más aún, la Máquina ha
acabado devorando a la mayoría del grupo fundacional y se ha distanciado del
destino previsto, transformándose en un arma formidable de eliminación de
disidencias y de blindaje del líder. Especial trascendencia tiene el alcance de
la verticalización burocrática de los poderes internos en el entramado
organizativo. La homogeneización extrema de todos los núcleos/nudos de poder
entra dentro de lo posible. Como exclama el coro en la obra Los Horacios y los
Coriáceos de Bertolt Brecht, alabando las virtudes de un remo que tanto vale
para navegar por aguas turbulentas través del desfiladero o como un arma de
guerra, “muchos objetos hay en un solo objeto”.
Hay pocas dudas de que los
reiterados llamamientos a la unidad en Vistalegre 2 han hecho las veces de
conjuro exorcista contra cualquier intento de cuestionar el modelo
organizativo, la estrategia y el liderazgo moral del Secretario General. Como
tampoco es irrelevante que, hasta sus oponentes, hayan exaltado su figura por
encima de las controversias, intentado capitalizar en vano, o al menos
compartir, los réditos de su liderazgo. Craso error. No había margen para una
finta inverosímil en esa batalla feroz por el futuro de Podemos.
Incluso es posible que el dato
reiterativo de la mala imagen de Iglesias en las encuestas haya jugado como una espoleta en el sentido
contrario, provocando en determinados sectores la defensa numantina del líder.
Da la impresión de que el mundo real
camina en una dirección distinta a la mayoría de Vistalegre 2.
Luego entonces, no es de
extrañar que un Congreso, que se convoca para dirimir las diferencias entre
proyectos diferentes y hasta contrapuestos en cierta medida, se convierta en la
simple caja de resonancia de una
ceremonia colectiva de exaltación de la unidad interna(cuando intervenía
Errejón, sobre todo), tapando, en cambio, por ejemplo, la discusión sobre el
retroceso de Podemos en las elecciones del 23 de Junio, o el plan de
reconvertirlo en un partido siamés de IU, en versión 2.0.
Visto lo visto, Vistalegre 2 no fue
un espacio idóneo para la disputa ideológica ni programática. Las amenazas
reiterativas de dimisión no hacían sino acentuar la vertiente dramática de una
representación cargada de fuertes emociones y escasa controversia política.
Mientras, un importante sector del público, educado en la vieja escuela, tan
secular y tan nuestra, tan hispánica por otra parte, de la intransigencia hacia
quienes piensan diferente, reclamaban un Podemos piramidal, uniforme,
homogeneizado en torno al líder, que lo alejara del peligro de la contaminación
derechista, de la inmersión en el pantano reformista y de las amistades
peligrosas, encarnadas en la malvada, alargada y desgarbada figura de Iñigo
Errejón. Todo el poder para Iglesias. Unidad sin ataduras. Unidad sin fisuras.
Podemos frente al mundo
Porque solo bajo la premisa de
concentrar poderes extraordinarios, aceptaría el desafío titánico de no dimitir
y de conducir a Podemos hasta la tierra prometida de las victorias electorales de
2019 y 2020, en un combate frontal, heroico, por desigual, contra la Trilateral
de los partidos del sistema. Desde esa perspectiva, el antagonismo directo
entre las multitudes y el Poder a través de la movilización social, no necesita
de intermediarios institucionales relevantes. Las instituciones pierden peso.
Es la hora del pueblo en marcha y de los liderazgos fuertes. El momento de
tomar los cielos por asalto. Un escenario teóricamente ideal para el sorpasso.
Un mensaje este que goza de un fuerte apoyo entre las bases, aunque de porvenir
incierto entre el electorado.
Y así, sin apenas disputa, casi
sin esfuerzo, Iglesias ha logrado aprobar su proyecto de giro hacia el resistencialismo neoizquierdista, oculto tras la bandera
de la Unidad, con la que se ha golpeado sin piedad a los oponentes durante
todo el proceso pre y congresual. En coherencia, al identificar centralidad
democrática con derechización, la nueva
mayoría ha infravalorado el valor de las instituciones representativas en
la construcción de un eje común a los anhelos de la gente, escogiendo situarse
en la esquina de la calle primera a la izquierda. Nada nuevo bajo el sol. Al
fin,listos para la batalla final. Podemos
sólo frente al mundo.
En estas circunstancias
extremas, y con un sistema electoral manifiestamente mejorable en muchos
sentidos, sin disponer además de un censo de votantes, que el equipo de Errejón
no haya ganado el Congreso no debería interpretarse de manera simple como un
fracaso. Por el contrario, puede ser determinante para el futuro de Podemos que
Errejón haya sido el tercero de la lista al Consejo Ciudadano(muchos de la nueva mayoría lo han votado) y que el
37% de éste corresponda al equipo Recuperar la Ilusión (una minoría
potencialmente con futuro en una España y una izquierda en transición).
¿De
Madrid al cielo? Ya
se verá. Por ahora, larga vida a la tesis gramsciana de
construir una nueva hegemonía política, social y cultural, como paso clave para
ganar el gobierno. Hay partido. Siempre, claro, que no haya desmayos por el
camino.
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