Escribe, Carlos Espejo
No conozco ni
a uno ni a otro. No soy de la generación de ninguno de los dos. No soy de su
barrio ni estudié en la misma universidad que ellos. No soy del mismo “momento
político”, si se puede decir así, que Iglesias y Errejón. No soy producto de la
misma crisis, sino de crisis anteriores, que tambiém existieron. Soy de la
generación del “baby boom”. Es decir, soy en buena medida producto de la
dictardura, como diría Javier Pérez Andújar, y del corto
siglo XX. Ni siquiera soy un seguidor ciego de la etiqueta de la “nueva
política”, aunque estoy convencido de la necesidad de una “política nueva”.
Sin embargo,
la experiencia, para la no que no sirven los adjetivos de “nueva” o “vieja”, me
hace pensar que la enemistad suele tener su principal base en una amistad que
se siente traicionada. Hay viejos dichos que dicen que el odio une más que el
afecto. Es una forma de desgaste, estúpido, como otro cualquiera. Por esta
razón, desde la “periferia” de todos los “centros” quiero decirles a
"unos" y a "otros2 -porque la cuestión no se reduce a “Pablo e Íñigo”, con esa aparente confianza de personas conocidas con que se les suele
presentar- que entierren los jamones de Bigas Lunas; que piensen en las
consecuencias que la grasienta contumacia del garrotazo puede darnos a los que
seguimos pensando que hay posibilidades -ni fáciles ni rápidas; por pasos más
que por zancadas- de construir alternativas al estado actual de las cosas.
Sinceramente.
Firmado: El hijo de la trabajadora de la limpieza.
Aclaración
necesaria: digo “hijo de la trabajadora de la limpieza” y no de la “fregona”,
como algunos se regodean en presentarse hoy, no sé si por inconsciencia o bien
por simple broma estúpida, contribuyendo a que todas las madres dedicadas a
esta actividad y ellos mismos pierdan eso que se conoce como dignidad obrera.
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