La convención de Vistalegre 2 se
ha saldado, ya lo saben ustedes, con una holgada victoria de Pablo Iglesias El
Joven. Ahora bien, lejos del mundanal ruido de esa magna reunión, podemos decir
que la representación de Íñigo Errejón no es irrelevante. Más todavía, que
Errejón haya conseguido ser el tercer dirigente más votado indica que un muy
amplio sector pablista no se ha
dejado llevar por los nervios, y le ha votado. Son dos mensajes que la mayoría
podemita haría bien en no echar en saco roto. Pasadas las calenturas previas a
la convención es la hora del machihembrado y de un encofrado político. Sería un
error si el sector mayoritario procediera a una paz cartaginesa.
Vale la pena hacer una lectura
de Vistalegre 2 y compararla con su primera edición. Si quitamos la hojarasca
de ambas diremos que, durante ese trayecto, el lenguaje de Podemos ha ido
variando. Ciertamente, una parte importante del discurso mantiene grandes dosis
de inútil retórica, pero hay variaciones no irrelevantes. Un observador tan atento como
Isidor Boix nos lo indica: «Me ha sorprendido una afirmación, creo de Irene
Montero, al subrayar la necesidad de una movilización social a la vez que una
acción institucional, lo que comparto, afirmando la necesidad de la
“movilización en la calle y las plazas, en los barrios, en las escuelas y
hospitales”. Se olvidó de “las fábricas”. No es un tema secundario» (1). El veterano sindicalista se
refiere obviamente a la relación entre acción institucional y movilización
social. O si se prefiere, por extensión, a la formulación togliattiana de
«partido de lucha y partido de gobierno».
Dos elementos me han llamado la
atención tanto del proceso de Vistalegre 2 como de su realización. 1) La
ausencia de análisis de los últimos resultados electorales y 2) la exacerbación
del yoísmo y el culto a la
personalidad del líder. Que, a mi juicio, han empañado un tantico tan
importante asamblea.
Me imagino que la primera
limitación se ha obviado porque se quería evitar una reflexión sobre la
política de alianzas que, en el fondo, es uno de los problemas sobre el que
oblicuamente ha girado el áspero debate entre las dos principales corrientes de
Podemos. La segunda es el yoísmo. Yo, yo, yo. Muy pocas veces nosotros. Nunca he escuchado tanto uso y abuso del “yo” en un dirigente político. Es un
latiguillo que usa desmedidamente Iglesias y que desluce sus esfuerzos por
hablar de un proyecto «coral». Y una dirección «coral». Es más, ese yoísmo es una de las fuentes que
exacerba esa tendencia tradicional –podemos decir incluso viejuna-- al culto a la personalidad. Que todos sabemos
como acaba. En pesadillas que destruyen todo tipo de sueños. Y la estatua del idolatrado por los suelos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario