Nota editorial.
Tercio en la conversación que abrió Matteo Rinaldini, seguidas por Miquel
Falguera e Isidor Boix. Me permito, en esta ocasión, intercalar algunas
consideraciones a lo que hasta ahora han manifestado mis tres amigos. Es como
si, en el transcurso de esas tres intervenciones, les hubiera interrumpido
educadamente y, en el aspecto que se indica, hubiera reforzado sus opiniones.
Comoquiera que Isidor Boix me dijo en un correo electrónico podemos hacer una
segunda vuelta para ver en qué momento está nuestra conversación. Naturalmente,
serán bienvenidas las aportaciones que nos hagan otros amigos, conocidos y
saludados. A quienes se les invita genéricamente a escribir. No sean
remolones.
José Luis López Bulla
1.-- Nuesto amigo Matteo Rinaldini nos dice en EL MODELO
EUROPEO DE EMPEORAMIENTO DEL TRABAJO que … “la Unión Europea no ha representado un proceso paralelo y
autónomo con relación a las dinámicas que se han descrito más arriba sino, ante
todo, un decisivo apoyo institucional para que pudiesen realizarse los procesos
de re-articulación del tejido económico y social de los países miembros. No se
trata solamente del rechazo –descontado, por otra parte-- de la
neutralidad tecnocrática de las políticas económicas y sociales de la UE ; no se trata, ni siquiera simplemente, de la constatación,
rechazada además, de que Europa represente hoy un escenario supranacional
imprescindible para poner en marcha estrategias inter escalares de cambio
económico y social”. A
partir de ese texto estamos conversando, de momento, Miquel Falguera, Isidor
Boix y un servidor.
Podemos estar con mayor o menos aproximación de acuerdo con esta
observación de Rinaldini. Pero no hubiera estado mal que, de seguida, se
hubiera dicho que, en ese mismo contexto, la Confederación
Europea de Sindicatos hubiera estado más al tanto de lo que
iba ocurriendo. Porque, a fin de cuentas, en aquellos tiempos, tan próximos
todavía, el sindicalismo europeo -–mejor dicho, los sindicatos de los Estados
nacionales-- estaban, por decirlo
educadamente, bastante distraídos de aquellos procesos. No quisiera tener
demasiada mala intención, pero –desde estas mismas páginas-- algunos avisamos con vehemencia de, por
ejemplo, algunos aspectos puntuales. Vale decir, Miquel
Falguera: SOBRE
LA (fatal) SENTENCIA DEL TRIBUNAL DE JUSTICIA, EL ATAQUE AL
CONFLICTO SOCIAL: VIKING (3), que yo mismo escribí, BAYLOS,
EL DERECHO DE HUELGA EN EUROPA PUESTO EN CUESTIÓN:. VIKING. o en EL BLOG DE EDUARDO
ROJO: La sentencia Viking: algo más que ... Fueron, efectivamente, años de descuido de la CES cuyo grupo dirigente, en
aquellos entonces, estaba bastante destartalado.
2.-- La novedad de estos tiempos, especialmente
desde el Congreso de la CES
en Atenas, es la capacidad de movilización de los sindicatos europeos.
Podríamos hablar, con toda propiedad, que estamos ante un proceso de
revitalización de la acción de masas frente a las políticas de desregulación de
las condiciones de trabajo, desforestación de los derechos sociales, ataque
sistemático a las políticas de Estado de bienestar en cada Estado nacional. Ahora
bien, este proceso de movilización sostenida en cada Estado nacional no acaba
de girar en torno a un eje auténticamente europeo. Por la sencilla razón de
que, todavía, no dispone de un proyecto europeo. Aunque, a mi juicio, no se
traten de movilizaciones dispersas y a pesar de que tal presión, en el espacio
y el tiempo, contiene importantes elementos comunes … todavía no conforma un
todo orgánico de carácter europeo. En resumidas cuentas, se ha sobrepasado la
fase de dispersión, pero no se ha llegado aún a la explicitación formal en
torno a un proyecto europeo.
3.-- Matteo Rinaldini y Miquel Falguera hablan del
papel revitalizador del sindicalismo europeo para girar el actual estado de
cosas. El primero señala que “las organizaciones sindicales
pueden tener un papel central para “reabrir el juego” en el interior de la
Unión y una nueva estructuración del escenario”; el
segundo –elevando el listón para superar el eurocentrismo-- afirma que “be añadir que,
hoy por hoy, sólo el sindicato es capaz de crear esa alteridad, porque sigue
siendo el depositario, por definición, del mundo del trabajo y sus valores.
Porque es el único viejo instrumento que puede sumar “lo viejo” y “lo nuevo”. Y
porque, en definitiva, no hay civilidad sin trabajo”.
Naturalmente,
ambos analistas ponen una condiciones para que ello pueda ser así. Esto es, la
profunda renovación del sujeto social: volver a pensar las
dimensiones territoriales de la acción sindical y la rearticulación de los
sistemas organizativos del movimiento de los trabajadores son elementos
imprescindibles para que se pueda verificar una transformación del modelo de
desarrollo que ya se ha consolidado (Rinaldini); la salida del paradigma
fordista, especialmente desde el centro de trabajo, y la plena asunción del
internacionalismo (Falguera). Es decir, por un lado “la rearticulación del
movimiento organizativo de los trabajadores” o, lo que es lo mismo, desde la
forma de la representación sindical en la empresa; el carácter de las
reivindicaciones y plataformas de negociación, que ya no pueden seguir en clave
fordista.
No sé si estoy retorciendo los argumentos de Rinaldini y Falguera, pero
me parece captar este mensaje: atiendan ustedes más a los actuales procesos de
reestructuración de los aparatos productivos desde el centro de trabajo, no
descuiden esa tarea básica del sindicalismo y dispongan de las estructuras
organizativas de representación y representatividad del conjunto asalariado en
todas sus diversidades. Porque es en ese centro de trabajo donde se está dando
la gran transformación. Es más, ahí
tienen el potencial de mayores agregaciones de fuerza, de mayor afiliación
estable. Más todavía, añadiría enfáticamente un servidor: sólo (y solamente)
desde esa atención principal a las grandes transformaciones en el centro de trabajo,
con los instrumentos adecuados, podrá el sindicalismo hacer frente a las
grandes cuestiones de reconstruir, sobre bases nuevas, un Estado de bienestar
más tuitivo e incluyente. Sólo (y solamente) desde el centro de trabajo podrá
ser más fuerte sociopolíticamente.
Ahora bien, Isidor Boix –con un lenguaje similar-- nos llama la atención sobre “una perversa tentación sindical ya presente en muchos casos, la de
considerarse como únicos, o principales, depositarios de la necesaria respuesta
social, lo que puede llevar, lleva, a esconder detrás de la acción
“sociopolítica” las carencias de la necesaria acción “sindical”, en la que los
sindicatos han de ser, y pretender ser, los únicos protagonistas”. Una observación que no debería echarse en saco roto.
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