Nota editorial. Seguimos pegando la hebra Paco Rodríguez de Lecea y un servidor, ahora en torno a Hundimientos y promesas (1)
Querido Paco, debo decirte que me gustan las
respuestas de Fausto Bertinotti al amigo Dario Danti. Es más, entiendo que
Fausto eleva la discusión a cotas que, hasta donde yo sé, me eran desconocidas.
Ya ves, en este tema de la violencia yo había estado bastante distraído desde
siempre. Lo diré sin ambages, nuestro hombre atina y lo hace de una manera
sobria.
Lo primero: la humildad responsable de Fausto cuando
reconoce que sobre determinados asuntos “no sabe”. Lo que no deja de ser una
anomalía, ya que la mayoría de los dirigentes políticos parecen ser un almacén
de conocimientos que van desde su oficio hasta los más aspectos más intrincados
de la física cuántica pasando por la reproducción del ganado caballar en los
Apalaches. En esta ocasión me refiero a al no
sabe sobre determinados aspectos de la conducta humana. Por otra parte, su no saber lo relaciona con las
limitaciones de la política, que no es, en su opinión,
la política no es omnipotente, “no es ilimitada ni lo abarca todo; por el
contrario, la alta política es la que acepta el límite para ella misma, incluso
porque asume el hecho de que el hombre es un ser limitado”. Como debe ser. Desde luego, tendremos que convenir que el
nivel de lecturas de, al menos nuestra clase política doméstica, es baste
precario.
Lo segundo: hay un giro conceptual y lingüístico en
Bertinotti al final de este capítulo. Tras la experiencia de Génova 2001, y
situándose ya en la perspectiva, ya no habla de movimiento anti globalización sino de movimiento alterglobalización. El giro no es irrelevante. De negar la
globalización se pasa a construir otra globalización: otro mundo es posible.
Por último, sólo tengo un
contraste con Fausto. Concretamente cuando dice que ese movimiento “es el primer movimiento
posnovecentista que puede abrir una brecha tras la derrota histórica del movimiento obrero. Después de la respuesta que se dio a la Cumbre de Seattle en 1999,
el movimiento y sus razones se expandieron por todo el planeta (las cursivas
son mías). Me parece que la expresión –derrota histórica (sconfita storica)-- es desproporcionada. En primer lugar, por lo
caballuno del término; y, en segundo lugar, porque la derrota, dicha de ese
modo, da la sensación de que es definitiva.
Bueno, de todas estas cosas
hablaremos el sábado largo y tendido. Mientras tanto, como decía el gran
Anselmo Lorenzo, tuyo en la Idea. JL
Habla
Paco Rodríguez de Lecea
Derrotas históricas, querido José Luis,
el movimiento obrero ha sufrido muchas, incluso sonadas. Yo intuyo que cuando
Fausto habla de ‘la’ derrota histórica, la derrota digamos por antonomasia, se
está refiriendo al derrumbe del socialismo real, a la desaparición de la URSS del mapamundi.
Y es cierto que, aunque el movimiento
obrero en el mundo sigue activo y capaz por consiguiente de acumular nuevas
derrotas en su currículum, aquel acontecimiento ha marcado una divisoria, un
antes y un después en muchos aspectos cruciales. En las coordenadas
geopolíticas, por supuesto, pero también en otras facetas más sutiles del modo
de ser de las izquierdas. Uno de los valores que han emergido con fuerza es el
del pacifismo. Hoy es un elemento incluido con entera naturalidad en cualquier
manual de cambio social, revolucionario o no. Supongo que eso ha ocurrido a
partir de que incluso los más recalcitrantes tomaron conciencia de que nunca
iban a ver aparecer los tanques rusos por los pasos pirenaicos; porque no hace
tanto tiempo que Gandhi, al que Fausto recuerda con respeto, nos lo vendían
como un bobo iluso y desfasado.
La terrible hecatombe de las torres
gemelas ha dejado al descubierto también las falacias implícitas en posturas
como la de Sartre en torno al terrorismo. La violencia terrorista puede ser
explicada y comprendida racionalmente, pero no justificada. Por muchas razones,
pero en primerísimo lugar porque la espiral agresión - reacción tiene un efecto
paralizador en la conciencia de las personas y acaba por representar un
retroceso para los esfuerzos emancipadores. Fausto lo señala con razón al
referirse al nivel unitario y combativo alcanzado por el movimiento alternativo
a la globalización en Génova 2001, y a cómo la voladura de las torres apenas
unos meses después no sólo abrasó aquellos ‘brotes verdes’ sino que dio la
excusa idónea al imperialismo para llevar la guerra y la destrucción a Irak y
Afganistán, con la adhesión explícita o implícita de muchas gentes de buena fe
que meses antes se habrían opuesto rotundamente.
El punto más problemático del
razonamiento de Fausto lo encuentro yo en la naturaleza y el posible
crecimiento y desarrollo de los ‘brotes verdes’ aludidos. ¿Eran capaces de
verdad aquellas plataformas, por sí solas, de abrir una brecha en el sistema
global neoliberal? De paso, ¿qué hemos de entender por ‘abrir una brecha’,
igual que por tantas otras metáforas que utilizamos cada día tomadas del léxico
militar (tomar la ofensiva, asaltar una trinchera o las casamatas, emprender
una retirada estratégica, etc.), desde el momento en que nos declaramos
pacifistas y preconizamos la no violencia? Y más allá de cuestiones léxicas, si
el movimiento obrero ya no es un elemento significativo en el tablero de juego,
¿cuáles son las fuerzas concretas que han de cambiar la sociedad existente, y
qué política de alianzas es posible establecer entre ellas?
Pensaba en estas cosas la otra noche
mientras visionaba la rueda de intervenciones que ofreció Radio Parapanda,
promovida en Sevilla por el blog En campo
abierto, sobre las soluciones de la izquierda a la crisis. Debo decir para
empezar que me habría gustado que las tres opciones políticas participantes se
hubieran puesto de acuerdo previamente entre ellas para ofrecernos un programa
unitario coherente. Presentar cada cual su receta particular no es, creo yo, de
recibo en esta coyuntura, y puede tener un tufillo electoralista. Después, la
reivindicación enfática de la política no deja de ser un gesto vacío. Política
lo es todo, el hombre es un animal político según dejó dicho Aristóteles hace
ya un montón de años, y uno no puede evitar la sensación de que quienes hablan
así en el vídeo lo que de verdad reivindican no es la política sino la figura
del político profesional, por un lado, y la labor de los partidos políticos por
otro. Ahora bien, si no abordamos la salida de la crisis desde una
reconsideración a fondo de nuestro propio modo de estar en la izquierda y de los
errores, deslices y desventuras que nos han llevado paso a paso a la posición
nada envidiable en la que nos encontramos, las recetas para la salida de la
crisis serán voces en el desierto.
Vuelvo a la cita de Foa que me pareció
importante incluir en mi anterior intervención. No sólo Vico, también la
experiencia nos dice que el mejor programa de salida a la crisis que podamos
elaborar no se realizará nunca, o se realizará de un modo distinto y a veces
contrario a como fue previsto. Pero eso es algo que debemos dejar en manos de
la historia. La política es otra cosa, ya que estamos reivindicándola. Y la
política nos exige hacer planes; y definir de forma concreta cada etapa del
itinerario que queremos seguir, a ser posible con pelos y señales; y especificar
quiénes, y de qué manera, y en base a qué alianzas, van a protagonizar cada uno
de los pasos que hemos previsto. Por más que a fin de cuentas todo transcurra
de otra manera.
Por lo menos esa es la Idea en la que yo, querido
José Luis, comulgo contigo. Paco.
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