El primer gran
acontecimiento de 2013 de Comisiones Obreras será el congreso de Fiteqa,
concretamente a finales de Enero. Es una organización que, con la fusión de los
textiles y los químicos, cumple sus primeros veinte años de fecunda biografía.
De hecho, ya nos advertía Carlos Gardel en Volver que veinte años no es nada.
Pero se le olvidó decirnos que son suficientes para concretar lo que, en más de
una ocasión, he calificado como el sindicalismo
de regadío de Fiteqa. (Un regadío que se inicia hace dos décadas cuando su
primer congreso saca a los textiles de la crisis de poryecto, liderazgo y
organización que arrastraban desde hacía muchos años).
Entiendo que la razón de ese
regadío y de tal madurez está en la exacta ubicación de Fiteqa como sujeto
anclado en el interior del ecocentro de trabajo, en su precisa representación y
su representatividad de las diversidades asalariadas. Y, ni que decir tiene, en
su proyección como sindicato global con un destacado papel de sus
representantes, Isidor Boix entre ellos, en las federaciones europeas y
mundiales; entendámonos: de sindicalismo
global en los hechos concretos de la acción sindical.
La importante ubicación de Fiteqa en los centros de
trabajo se explica, a mi entender, por dos elementos que se inter relacionan:
uno, la renovación del proyecto sindical, en cada convenio general; y dos, la
relación entre el convenio general y las reivindicaciones específicos en el
ecocentro de trabajo. Lo que se ha traducido en un sostenido poder
contractual.
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